GABRIEL JARABA
A medida que el tiempo ponga las cosas en su lugar olvidaremos al personaje inoportuno e indeseable que no merece mencíon y consideraremos el partido final y la victoria de la selección española femenina en el Mundial de fútbol como un hito histórico más allá de lo deportivo. Un servidor, por desconocimiento de la materia, se siente incapaz de evaluar el hecho en términos futbolísticos, pero está convencido de que habrá un antes y un después de él en lo social. Pues no se trata únicamente del acceso de las mujeres al deporte espectáculo en igualdad de condiciones de otros profesionales sino de un giro decisivo en la visibilidad de un amplio movimiento de las mujeres que se extiende por el mundo.
En 1981 el antropólogo y etólogo Desmond Morris, famoso mundialmente por su obra El mono desnudo, publicó La tribu del fútbol, un análisis antropológico de este deporte en el que se revisaban sus raíces y su expresión en los términos de siete categorías: el partido de fútbol como caza ritual; como batalla estilizada; como reflejo de la posición social; como ceremonia religiosa; como droga social; como un gran negocio y como representación social. Morris desvelaba que “el deporte rey” (título con el que se publicó la obra en España en 1982) respondía a funciones que iban más allá del entretenimiento y tenían correspondencias con aspectos de la vida colectiva y personal de mucho mayor calado social. Uno se da cuenta de que un hipotético “encuentro en la tercera fase” de unos visitantes extraterrestres en un estadio de fútbol podría resultar altamente revelador de nuestra condición y cualidades ante una mirada alienígena.
A lo que hemos asistido con motivo de este Mundial femenino ha sido a la conquista por parte de las mujeres de un espacio hasta ahora privativo o por lo menos hegemónico de los hombres. No sólo en términos de deporte espectáculo sino también de impacto social, y con todas sus consecuencias: el desgraciado episodio de exhibición machista en la celebración final es denotativo de ello, quizá el precio a pagar por un particular “me too” que ha puesto de relieve tanto la injusticia como la infamia. Sucede con este tipo de episodios que no tienen vuelta atrás y además producen un salto cualitativo en la cuestión. La imagen de las “campeonas del puto mundo”, en palabras de Salma Paralluelos en rebelión contra la mala educación (basta con tal apelativo ) se ha puesto al frente de la iconografía mundial del progreso.
Puede parecer que exagero pero el primer plano de atención que han logrado las futbolistas forma parte del progreso que deseamos para el mundo. Estamos en la sociedad de la comunicación, que es una sociedad compleja y las repercusiones de lo social se reflejan y se miden –no sólo pero también—en lo comunicacional, porque la comunicación refleja y reproduce lo que la gente ve y entiende. Y lo que muestra el éxito de la tribu del fútbol en versión femenina es el avance de un movimiento de las mujeres de extensión mundial y la aceptación de ese movimiento por parte de sectores de mujeres muy amplios que van más allá de grupos especialmente motivados e ideologizados, sin los cuales no se puede arrancar y avanzar pero que deben ser rebasados para vencer. Hay una línea que une a Narges Mohammandi, símbolo de la resistencia de las mujeres en Irán y premio Nobel de la Paz 2023 y a Megan Rapinoe, primera jugadora de fútbol, femenino o masculino, en marcar un gol olímpico, y defensora de los derechos LGTBI, y esa continuidad se produce ahora ante amplísimos sectores de la ciudadanía, de uno y otro sexo, que se mueven en torno a cuestiones de gran alcance y deciden elecciones, movimientos sociales y de opinión, y simpatías hacia actitudes y fenómenos que acaban decidiendo las cosas.
Hay una cosa de la que estoy convencido: existe un movimiento de las mujeres que se ha convertido en un vector de cambio social comparable a lo que representó el movimiento obrero (y que éste podría seguir representando si tuviera inteligencia y visión para ello). Este movimiento se está convirtiendo en vanguardia y nos corresponde apoyarlo a los ciudadanos progresistas.
También entre nosotros se abre paso una nueva era de energía femenina, las mujeres son el vector del progreso en la España actual, no sólo las jóvenes sino las de mediana edad y las mayores. Ahí está el rol femenino en el sindicalismo, los movimientos sociales y los cambios de costumbres, transformaciones de las que el acceso de las mujeres al deporte profesional es reflejo y consecuencia. Ese movimiento merece un apoyo decidido por parte de todos, y por supuesto de los hombres, para que nuestro país lidere ese gran cambio en todo su aspecto social y en todo el planeta, porque somos “campeonas del puto mundo”. Ese es el significado del triunfo en el Mundial.