El difícil arte del insulto

Insultar y maldecir no está al alcance de cualquiera pero Shakira es excelente en ello

GABRIEL JARABA

El insulto es un arte cuya maestría es difícil, y no digamos el de la maledicencia injuriosa. No todo el mundo, ni mucho menos, está dotado para usar la palabra como arma ofensiva, valga la redundancia. Ni siquiera Alfonso Guerra, con su mención a las peluquerías que se supone frecuenta la vicepresidenta Yolanda Díaz, un exabrupto que quiere pasar por menosprecio y define más a quien lo profiere que a la que se dirige. Pero no hay problema: hoy día existe la extensión universal de “gilipollas” como insulto multiusos, que tanto la pereza mental como la pobreza de léxico han consagrado.

Insultar y hacerlo de manera hiriente, cruel y malintencionada no está al alcance de cualquiera. Por eso celebramos vivamente que la cantante Shakira haya aludido a su ex suegro diciendo de él “que no pisa sepultura”. No por la integridad moral del caballero, a quien consideramos dignísimo, sino por la aguda intención de la artista. Se puede ser famosa y admirada universalmente y al mismo tiempo persona de alto nivel de expresión verbal a la hora de producirse en público.

Shakira es considerada la reina del pop latino, icono mundial y líder de la venta discográfica. Y es originaria de Colombia, uno de los países sudamericanos con una población más culta y un nivel de cultura popular más alto. Para decir de alguien “que no pisa sepultura” es necesario poseer una capacidad expresiva y una riqueza lexicográfica que no están al alcance de cualquiera.

A un servidor nunca le han deseado la muerte, al menos en mi presencia o en público. Pero si alguien quisiera aventar la parca hacia mi persona me gustaría que lo hiciera mentando mi futuro y deseado entierro como epítome de la desgracia que se me augura. O su ausencia: “que no pisa sepultura”, es decir, que aún no se muere el jodío y ya va siendo hora. Hay maldiciones que son un verdadero gusto y el ingenio humano debe ser celebrado allí donde se encuentre, ni que sea en las proximidades del camposanto.

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