Un icono ortodoxo en el centro de la gran ciudad

GABRIEL JARABA En un lugar destacado de la plaza de Cataluña, en Barcelona, pide caridad una anciana sentada en el suelo y envuelta en ropas muy sencillas. La señora, como tantas otras, debe de formar parte de uno de esos negocios de mendicidad que organiza a los pedigüeños y los reparte en lugares estratégicos y […]

GABRIEL JARABA

En un lugar destacado de la plaza de Cataluña, en Barcelona, pide caridad una anciana sentada en el suelo y envuelta en ropas muy sencillas. La señora, como tantas otras, debe de formar parte de uno de esos negocios de mendicidad que organiza a los pedigüeños y los reparte en lugares estratégicos y luego se queda con la parte del león de lo recaudado para dejar al pordiosero un mínimo para ir viviendo. </p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Conocemos la condición de negocio de este tipo de mendicidad, desde Cervantes y Dickens, lo que no impide –quizás aumente– el sentimiento de compasión por sus protagonistas. Dejo a cada cual el modo de enzarzarse en el debate de caridad versus justicia; allá cada uno con sus ideas y su conciencia. Pero me sacude un escalofrío al ver de frente un modo tan crudo de ganarse la vida. De repente, me fijo en un detalle que no es en absoluto baladí. Al lado de la señora expuesta a la caridad pública figuraba junto a sus rodillas expuesto también un icono ortodoxo. Lo miro con detenimiento y veo que representa a la Vírgen María, la Madre de Dios o theotokós en griego, un icono bien construido, extremadamente cuidado, de vivos colores y pulquérrimo entre andrajos, en el suelo.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Los europeos occidentales ignoramos la riquísima tradición de las iglesias ortodoxas y desconocemos la importancia espìritual de los iconos. Los consideramos simples imágenes y, si somos creyentes, pensaremos que son representaciones de los personajes sagrados que muestran. Pero en la ortodoxia se trata de algo más: el icono es lo que representa, se reza ante el icono y se le venera aunque no se le adore.  Según la<a href=\»https://www.lavanguardia.com/magazine/experiencias/20201014/33755/confinamiento-vocacion.html\»>&nbsp;</a>iglesia ortodoxa, la especial energía de los iconos&nbsp;deriva del hecho de que en la imagen consagrada del santo está presente el santo mismo. Cosa que es, ciertamente, demasiado para la mentalidad occidental que, en materia espiritual, desprecia cuanto ignora. </p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Siendo muy probablemente rumana la señora mendicante, y también sus empleadores, se entiende que se propusieran introducir en escena un elemento que conmoviera a los posibles donantes, y echaron mano de su propia iconografía, valga la redundancia. Pero la presencia de un icono ortodoxo en medio de la plaza central de la ciudad, a los pies de una mendiga y junto al bote de las limosnas resulta, para el ojo atento, una interpelación altamente contundente. Antiguamente se pedía \»una limosna, por el amor de Dios\» –y de ahí viene que llamemos pordioseros a los pobres– a lo que si uno no podía o quería rascarse el bolsillo, respondía \»otro día será, hermano\», que no era una excusa sino el reconocimiento del pordiosero como igual.  Hoy vivimos en un extraño mundo de fantasmas en el que nada parece ser reconocido corporalmente –por el cuerpo y como cuerpo; y encima se nos promete una \»metarrealidad\»– de modo que nadie nos pide \»por el amor de Dios\», qué lástima, y tampoco somos capaces de llamar hermano a un desconocido que nos aborda. Y por eso nos va como nos va.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>No soy ortodoxo y desgraciadamente no participo de esa honda reverencia por el icono. Pero la imagen de la Vírgen arrastrada a la mendicidad y aun así refulgente en su esplendor junto a una persona que se cuenta entre los últimos de los últimos habla por sí misma: lo que hagamos a uno de estos pequeños se lo hacemos a Él. El icono santo caído en la acera es una obra de arte sacro pero su imagen rebasa el marco del cuadro y engloba a la mendiga, la manta, el bote con monedas y el silencio en que la señora vive un triple sojuzgamiento, el de quienes la explotan, el de quienes la ignoran y el de quienes permiten que esto suceda. Así se puede ver que, ciertamente, el icono es lo que representa. Feliz Navidad.

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