Te recuerdo, Amanda

El golpe de estado contra Salvador Allende y su gobierno de unidad popular en Chile, en 1973, supuso una fuerte sacudida en las conciencias de los jóvenes izquierdistas de todo el mundo. Más en España, porque esos años habíamos aprendido a acosar al régimen franquista a base de mostrar la democracia como inevitable y sumar […]

Joan Jara

El golpe de estado contra Salvador Allende y su gobierno de unidad popular en Chile, en 1973, supuso una fuerte sacudida en las conciencias de los jóvenes izquierdistas de todo el mundo. Más en España, porque esos años habíamos aprendido a acosar al régimen franquista a base de mostrar la democracia como inevitable y sumar a su aspiración cuantos más ciudadanos mejor. El experimento allendiano era lo que queríamos para nuestro país, antes de haber conocido la palabra eurocomunismo: sumar el máximo de voluntades activas para la democracia y la justicia.

Esa sacudida fue no sólo política sino emocional. No sólo por producirse en un país de habla hispana sino por dos razones que aparecían como intensas visualizaciones en lo que era ya la escena global: la resistencia y aniquilación final de Allende en el palacio de La Moneda y la captura, tortura y asesinato vengativos del cantante Víctor Jara, a quien los golpistas cortaron las manos para que no pudiera tocar más la guitarra.

Ahora, la Justicia chilena ha condenado a los autores del asesinato de Jara y uno de ellos se ha suicidado al conocer la sentencia. Regresan las emociones encontradas, sobre todo al recordar la magistral versión de Te recuerdo, Amanda, que hizo Raimon superando la interpretación original. Recuerdan las acciones de fraternidad entre izquierdistas españoles y chilenos, la solidaridad con los refugiados y el apoyo a la resistencia.

Estas acciones eran muy amplias y a veces alcanzaban a personas insospechadas. Por ejemplo, el caso de un actor español muy famoso en aquella época, que entonces no paraba de estrenar un film tras otro como protagonista, un galán alto y muy guapo, y de cultura más que notable, que tenía que viajar a Chile por razones profesionales cuando el país estaba ya bajo la bota pinochetista. El aspecto físico del actor y su cotizada fama le hacían la persona más improbable de actuar clandestinamente en una misión secreta en el Chile de Pinochet, tal como me parecía a mí.

Un servidor, que le conocía bien, le hizo una propuesta arriesgada: ¿podía contactar con la estructura resistente del partido comunista chileno para pasarles información y establecer contactos, lo que les ayudaría a reconstruirla? Nuestro hombre no dudó en aceptar, a pesar de grave riesgo que ello suponía, y colaboró de modo anónimo y discreto a evitar la represión de la policía chilena y a fortalecer la resistencia. Nunca hizo la menor ostentación de ello ni reclamó para sí ningún reconocimiento, sobradamente merecido. Aún hoy mantengo en secreto su nombre.

Fueron muchas las vivencias con nuestros amigos chilenos. Lo que vivimos hace décadas como un drama parece hoy un sueño. Pero fue un episodio que nos permitió ahondar en nuestra condición humana. Hace más de 20 años tuve la oportunidad de conocer a Joan Jara, la esposa de Víctor. Fue en un encuentro de nueva canción celebrado en Zaragoza, con la participación de Inti Ilimani y Ángel Parra. Conversamos en varios apartes y nos abrazamos afectuosamente. Ahora Joan tiene más de 90 años y la recuerdo, como si fuera Amanda.

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