La razón de fondo de Twitter o cuanto pluralismo somos capaces de aguantar

No creo que Twitter sea un basurero ni un bar de borrachos. Tampoco me parece la “vida real” –sea lo que conchos sea la vida real– ni el lugar de cumplimiento de una especie de megaoráculo social propiciado por un algoritmo ominoso. Hace muchos años que el mundo es mundo y en todas partes ha […]

No creo que Twitter sea un basurero ni un bar de borrachos. Tampoco me parece la “vida real” –sea lo que conchos sea la vida real– ni el lugar de cumplimiento de una especie de megaoráculo social propiciado por un algoritmo ominoso. Hace muchos años que el mundo es mundo y en todas partes ha habido siempre gentes de todas clases. Igual que no funciona un solucionismo tecnológico (la creencia de que los grandes males sociales o humanos pueden ser solucionados por grandes remedios técnicos) existe la tentación de un perjudicialismo tecnológico, es decir, que la raíz de nuestros males es de origen técnico y que hay que matar al perro artificioso para acabar con la rabia inhumana (esta es la ideología que implica el decrecientismo y que amenaza con convertir a la izquierda europea en otra cosa).</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>La gracia de Twitter es que a pesar de los años que dura, 16 por ahora, &nbsp;aún sorprende a mucha gente. Cada día nos despierta con novedades interesantísimas y nos trae a la pantalla del dispositivo a cada instante una corriente de palabras arrolladora: la corriente de la vida, continua y apasionante, el rumor de la inquietud humana en acción incesante, la palabra como manifestación primera, omnipresente y omniexpansiva del mundo humanizado, transformado de natura en cultura mediante la palabra. Hay un fundamento filosófico muy profundo en el fundamento, alcance e implicación de Twitter como creación humana por lo que respecta a la naturaleza de nuestro género.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:heading {\»level\»:3} –>\n<h3>Dónde reside la fascinación de Twitter</h3>\n<!– /wp:heading –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Lo que nos fascina de Twitter no es ningún artefacto tecnológico sino una cosa tan sencilla como unas frases cortas de extensión predeterminada, susceptibles de acabar ligadas en una o diversas conversaciones y que pueden interpelar o incorporar a mucha más gente. Esta era la idea fundacional y por extensión la de la web 2.0, propiciar una conversación gigantesca universal que favoreciese no sólo el intercambio de información sino la creación de bases para el entendimiento razonado.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Por este motivo un servidor continúa mirando a Twitter no sólo con curiosidad sino con respeto. Porque el problema del orden social –iba a decir el orden público—en Twitter no es ni de educación y maneras, ni de activismo político, ni de incultura, ni de mala voluntad; el problema es de pluralismo. Y la pregunta, ¿cuánto pluralismo somos capaces de aguantar, contando con todas sus manifestaciones y consecuencias?</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>La pregunta es relevante porque de hecho, afecta no sólo a las redes sociales de internet sino a la democracia entera. Todo intento de condicionar, limitar o reducir la democracia pasa por plantearse esta pregunta y hacer juegos malabares con la posible respuesta de cara a confundir al público. El periodismo nace, precisamente, para hacer posible el ejercicio del pluralismo imprescindible para la democracia y por eso no hay democracia sin periodismo.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>La democracia, basada en la tolerancia, el pluralismo y la suspensión temporal o parcial del principio ideal de no contradicción, es siempre una excepción. La civilización pluralista requiere la admisión de maneras diferentes de pensar y exige una resolución de los conflictos sustentada en la pirueta más grande nunca ejercitada: el gobierno de las mayorías practicado mediante el respeto escrupuloso de los intereses de las minorías, que no sólo hay que preservar sino incorporar su cultura al pensamiento hegemónico vigente.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:heading {\»level\»:3} –>\n<h3>La manera humana de gestionar lo cotidiano</h3>\n<!– /wp:heading –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Vivir en democracia quiere decir, pues, hacerlo aceptando la pluralidad, la diferencia, los matices y las oposiciones aparentes, que no son tales pues sólo existen en el mundo platónico de las ideas puras pero no en las realidades factuales de los mundos tangibles. Ganar la democracia es una tarea sobrehumana porque supone ir a la contra de una tendencia natural: hacer pasar por necesidad obligada un principio que no es más que la justificación de un interés particular.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Lo que llamamos periodismo –y que probablemente se llame de otra manera en el futuro —no es otra cosa que la manera humana de gestionar la consideración colectiva del acontecer cotidiano en la democracia pluralista.&nbsp; El periodismo es la creación magistral y la culminación de la cultura democrática en tanto que establecimiento de la aceptación pública del pluralismo democrático. Es decir, contar con la diversidad forzosamente o aparentemente contradictoria necesaria para la convivencia y la vida buena. El periodista es un explorador de las contradicciones y paradojas de las realidades que es capaz de aceptarlas, comprenderlas y gestionarlas.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>El periodismo no está hecho para las cabezas cuadradas, sean estas propiedad de gente ilustrada o de cabestros asalvajados. La tarea es percibir lo paradójico y gestionar lo contradictorio. El periodismo no está para decirle a la gente lo que ha de pensar sino para ayudarla a pensar por sí mismos: interpretación de realidades que parecen ser una cosa y son otra.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Por eso Twitter, incluso en su crudeza más impactante, es tan valioso para el periodismo: porque muestra las contradicciones obligadas por la naturaleza del pluralismo democrático y la necesidad de gestionarlo, aunque sea a zapatazos.

Publicación original: Catalunya Plural.

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