La prensa impresa debe resistir

<p>GABRIEL JARABA</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Diversas costumbres y hábitos que parecían eternos van desapareciendo: silbar al caminar por la calle, canturrear mientras se trabaja o mordisquear un mondadientes a deshoras. No nos dábamos cuenta de que la vida no sólo pasa sino que arrambla con microformas de vida inscritas en la vida cotidiana, panoplias de […]

<p>GABRIEL JARABA</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Diversas costumbres y hábitos que parecían eternos van desapareciendo: silbar al caminar por la calle, canturrear mientras se trabaja o mordisquear un mondadientes a deshoras. No nos dábamos cuenta de que la vida no sólo pasa sino que arrambla con microformas de vida inscritas en la vida cotidiana, panoplias de gestos y actitudes que llegan a erigirse en andamiaje sutil de nuestra manera de transitar por la Tierra. Hoy, sólo los porreros lían cigarrillos, cuando ello era consustancial a ser fumador, en las porterías de los edificios ya no se cogen puntos de media porque las medias ya no son de punto y la población canina aumenta sin cesar en Barcelona, cosa que indica que somos lo suficiente prósperos como para quitarnos el pan de la boca y cedérselo a nuestros mejores amigos. Así pasa la vida, y ya está.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>En plena sociedad de la comunicación, lo que ha casi desaparecido de los espacios cotidianos es la prensa impresa, es decir, diarios y semanarios de información general. No se ve a nadie leyendo el diario en los lugares públicos, el metro por ejemplo, y difícilmente se halla uno en la barra del bar para hojearlo un poco. Los quioscos instalados en las calles van cerrando y algunos tratan de reciclarse ofreciendo café, recargas de teléfonos o chuches. El periódico, otrora símbolo de la (tortuosa) relación entre opinión ciudadana, poder y dinero, cede su lugar a las pantallas, que representan lo mismo pero tratan de disimularlo.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>¿Está el periódico impreso en vías de desaparición? Muchos parecen creerlo así, y ya cantan el gorigori a los lectores de diarios que quedamos (un servidor está suscrito a dos periódicos, que recibo cada día en casa, y compro otro par cada vez que paso por delante de un quiosco o papelería). Pero igualmente se dio por hecho el triunfo del libro electrónico por encima del impreso, y ahí tenemos uno de los mayores fracasos de la era digital: los libros se leen y se venden impresos y encuadernados en mayores cantidades que nunca a los lectores empedernidos (que también nos animamos a probar el libro digital, y hoy mi Kindle lanzado tempranamente por Amazon me parece tan útil como un hacha de sílex). Las cosas no son tan fáciles y en la sociedad compleja nada es lo que parece.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Los editores de diarios parecen lanzados al negocio de la prensa digital como salida urgente de la bajada constante de la venta de ejemplares y el hundimiento de la publicidad. Uno sospecha incluso que aspiran a introducirse en el negocio de tráfico de datos que existe en torno a los potenciales del big data. Pero no puede negarse que la prensa informativa generalista digital está compuesta en su mayor parte por versiones para internet de los diarios impresos, optimizados para los usos emergentes propios de la navegación con pantallas. Se advierte que, salvo excepciones, tales ediciones no superan al original impreso en cuanto a calidad de contenidos y potencia informativa, tampoco en nuevos lenguajes o formas de conectar con públicos nuevos. Algunos diarios creen que lo hacen cuando se vuelcan en aportar materiales de entretenimiento o de orientación comercial –muchos de ellos patrocinados: publicidad encubierta que pasa por información—que simulan formas juveniles de comunicación cuando se trata de realizaciones defectuosas perpetradas por los mismos redactores y colaboradores que subsisten adheridos a sus cabeceras mal pagados y mal contratados.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Los diarios se agarran al tablón de náufragos constituido por las subvenciones institucionales a la prensa. No hablamos ya de las relaciones prensa y poder que hacen de los periódicos españoles diarios de partido que no confiesan tal condición. Ello en medio de una búsqueda desesperada de un modelo de negocio que se busca en el ámbito digital porque no hay otro. El diario de papel es visto por los empresarios, salvo honrosas excepciones, como un anacronismo llamado a desaparecer. Algún diario centenario, ciertamente, se desmarca de este infausto augurio y afirma su certeza y voluntad de mantener su cabecera estampada sobre papel al mismo tiempo que continúan su pugna en la red. Pero una cosa es firmar con tu nombre esas intenciones y otra soportar el coste de producción de información solvente, que es caro porque para elaborarla hacen falta mentes humanas y no inteligencia artificial (un nombre tan llamativo como piadoso para aludir a sistemas de computación cuya mecánica no alcanza a rozar la inteligencia sino la imitación).</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Sea cual sea la forma que adopte el negocio de la información, la democracia necesita a la prensa impresa. No es una cuestión de obsolescencia o avance tecnológico sino un asunto propio de, digámoslo rotundamente, estructura de estado y de la garantía del derecho a recibir una información digna de tal nombre. &nbsp;Los periódicos impresos infunden respeto y son observados con atención por los diversos directores de comunicación a niveles distintos de lo político, lo social y lo industrial. No es lo mismo recibir un palo desde una cabecera consolidada que en un digital o confidencial de nuevo cuño. Y ahí está el detalle, como diría Cantinflas: en la vida social, y se mire hacia donde se mire, es la capacidad de intimidación lo que cuenta.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Por supuesto, la cosa no es tan tosca. Pero la presencia social de los periódicos impresos no se limita a su lectura en público. La prensa impresa recibe importantes subvenciones precisamente por eso, para hacer posible un espacio social de elaboración de opinión pública que ahora mismo es insustituible. ¿Es más creíble que la digital? A primera vista no, pero Marshall McLuhan tenía razón cuando dijo que “el medio es el mensaje”. Y será así mientras las rutinas de trabajo incorporadas para las ediciones digitales no contaminen la totalidad del trabajo redaccional que hace que los diarios publiquen informaciones dignas de tal nombre e historias interesantes por su contenido.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Los lectores, es decir, los ciudadanos, necesitamos confiar en que la prensa publica informaciones fiables. Ello no es cuestión de audiencia sino de otra cosa más grave: la debilidad de la democracia aparece cuando el público desconfía de las cosas más de la cuenta y comienza a dar pábulo a ficciones malintencionadas o rumores alocados. En Estados Unidos, el ascenso de Trump ha estado asociado a esa creación deliberada de desconfianza; el asalto al Congreso es la culminación de un proceso que comienza aventando que la esposa del presidente  Obama es un hombre. Se confunde la sospecha crítica que requiere pruebas y argumentos serios con el jaleo de la difusión indiscriminada de bulos, y eso forma parte de un déficit educativo general de la sociedad, déficit que son los periódicos impresos el principal agente en paliarlo. Por eso son imprescindibles.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p><a href=\»https://catalunyaplural.cat/es/la-prensa-impresa-debe-resistir/\»>Publicación original: Catalunya Plural.</a></p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p><a href=\»https://paios-catalans.blogspot.com/2022/12/cal-que-la-premsa-impresa-resisteixi.html\»>Publicado también en PAIOS (en catalán)</a>.</p>

Artículos relacionados