GABRIEL JARABA
Decía Manuel Vázquez Montalbán que los ciudadanos de los países con influencia estadounidense debíamos poder votar en las elecciones de ese país, ya que las decisiones que allí se toman revierten sobre nosotros indefectiblemente. Yo estoy de acuerdo con ello siquiera porque es bueno recuperar derechos fundamentales que otrora se disfrutaron: cuando pertenecíamos al imperio romano podíamos optar a la ciudadanía y decir, como San Pablo, “civis romanus sum” y con ello apelar a una corte superior a la de nuestro lugarejo para escapar a la venganza de la mafia o el reyezuelo local. Aún no hemos reconquistado el derecho a la ciudadanía imperial y Trump desearía privar de la nacionalidad a quienes pueden legalmente obtenerla. La ciudadanía romana sigue siendo un bien preciado y a él aspiran quienes van a trabajar de jardineros a la urbe.
Nosotros no podemos votar por Kamala Harris pero sí hacer campaña por ella cerca de nuestros amigos y conocidos americanos, o en espacios de influencia. Retuitear y tuitear mensajes tan diversos y numerosos como se quiera, actuar en redes y plataformas, confeccionar listas de correo electrónico; en inglés los que sepan pero en español también, pues nuestro idioma es ampliamente conocido en EE UU, especialmente entre los votantes demócratas. Ningún gesto es pequeño para lo que está en juego.
No es que Donald Trump sea feo, machista, ladrón o golpista, el problema es que con él EE UU caminaría hacia una democracia autoritaria a la húngara, y sabemos lo que semejante cosa representaría para Europa. La recuperación de la candidatura demócrata con Kamala Harris, tan rápida y energética –debida al enorme talento de Nancy Pelosi, la mejor de lo mejor—abre una brecha de esperanza, precisamente una virtud teologal de la que los ciudadanos postmodernos andamos faltados.
Tenemos una buena oportunidad para ejercer una solidaridad que nos beneficiaría a nosotros mismos. Y haríamos bien en aproximarnos activamente a un país cuyos productos culturales consumimos pero con cuya realidad social no sabemos relacionarnos. Y es que como dijo García Lorca, el español que no conoce América no sabe lo que es España.