GABRIEL JARABA
Leonor de Borbón Ortiz es la única persona joven de España que en estos momentos tiene que hacer el servicio miitar por obligación: la princesa de España está en la mili. Quienes visten hoy el uniforme lo hacen por vocación, intención laboral u oportunidad, pero Leonor carga con el chopo por narices, porque su condición la obliga a ello. La juventud española dejó de hacer la mili cuando se estableció la supresión del servicio militar obligatorio, y con ella, desapareció la vida cuartelera popular vía leva generacional y compulsiva. Ahora sólo forman el ejército los profesionales de las armas, de carrera o mediante empleo temporal. Pero a la princesa la obligación le viene con el cargo.
Las razones por las cuales un heredero de la Corona tiene que seguir una formación militar o algo que se le parezca son otra cuestión. Pero lo que es indudable es que la princesa Leonor tiene una responsabilidad singular entre toda la ciudadanía y especialmente los jóvenes. Salgan ustedes a la calle a preguntar a las personas de esa edad si estarían dispuestos a hacer un voluntariado de formación militar como sus abuelos hacían el servicio obligatorio. Guste o no guste la cadete Borbón Ortiz tiene una obligación que su condición de heredera de la Corona española conlleva. Y eso la sitúa al nivel del resto de los mortales: ni una princesa o reina hace lo que le viene en gana sino lo que le prescribe su condición.
Servidor ni entra ni sale en la justificación o desautorización de los motivos y circunstancias de la mencionada obligación formativa de la princesa. Tampoco me atrevo a ir más allá de decir si el servicio militar tal como lo conocimos bien podía haber sido reemplazado por un servicio civil de otro tipo destinado a fomentar actitudes cívicas; ni el país ni quienes hubieran debido gestionar algo así estaban preparados para cosa semejante. Pero sí que estoy convencido de que a una aspiración generalizada y justificada como fue la supresión de la mili se le adhirieron promotores y partidarios cuyo objetivo propio era muy otro y distinto de la formación de la juventud.
Ver a la cadete Borbón Ortiz pasando por el tubo de obedecer órdenes le hace pensar a uno que aprender a hacer lo que le mandan es un mérito educativo de largo alcance que no todos están preparados para cumplir. Y eso no tiene que ver con ser monárquico o republicano sino con desear un futuro mejor para nuestros jóvenes. Una joven princesa heredera del trono que se muestra abiertamente ante sus conciudadanos como sujeto de derechos y obligaciones exactamente igual que ellos parece algo loable y de alto valor cívico. Tal circunstancia hace de ella una ciudadana responsable, independientemente de su condición real. No todos pueden decir lo mismo, por más republicanos que se declaren.