La verdad es que no sabemos quienes somos. Pasamos por la vida imaginándonos como una personalidad que creemos fijada después de haberla ido construyendo a base de deseos, experiencias e ideas y acabamos creyendo que esa construcción somos nosotros. Pero nuestro verdadero ser sigue siendo una incógnita si no atinamos a experimentar una vivencia radical de tan profunda, cuando no rozamos siquiera la verdad que esconde nuestra alma.
Yo acabo de pasar por esa vivencia y transito por ella en lo que solemos llamar duelo. Pero no se trata solamente de experimentar un profundo dolor sino de verse abocado a una transformación que no sabemos a dónde nos llevará. Yo ya soy otro, una persona distinta a la de quien vivió casi 60 años unido a una esposa que no era mi alma gemela sino otra dimensión de mi propia persona, tan distintos uno de otro. Se abre ante mí un interrogante vertiginoso porque no imagino cómo voy a vivir y cómo voy a ser. Quiero pensar que seré capaz de aprovechar todo lo que aprendí de ella, de su inmensa generosidad y de su bondad extraordinaria y extraer de ello algo que pueda ser provechoso para los demás seres.
Voy a seguir escribiendo y pensando como lo venía haciendo pero abierto a un horizonte impensable. Yo ya soy otro, otra persona que encierra en su corazón a ese otro ser del que sigo siendo inseparable pero que ahora se ve abocada a afrontar las cosas de otro modo. Quisiera ser otro y a la vez más yo y hacer honor a esa bondad que me ha sido dada desde que Dios la puso a los 17 años en mi camino, toda una vida, Señor.
He pedido a Dios que me sea concedido el don de reencontrarla en la próxima vida, cuando ella venga a buscarme y nos unamos definitivamente en un solo ser de dos almas fundidas en una. Pero ahora ya soy otro, y no vivo más que en esa espera.




