GABRIEL JARABA
El campeonato del mundo ganado por las futbolistas españolas marca un cambio de era cuya brillantez y enorme significación no puede enturbiar el morreo de un marrano inoportuno e indeseable. La victoria de las deportistas, “campeonas del puto mundo” como dijo Jenni Hermoso, es una señal de esas que hay que saber interpretar y atreverse a escrutar en su alcance oculto a los sentidos y a la inmediatez de lo trivial.
La victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana. En este caso tiene unas madres porque los padres se han pirado, como siempre, por no asumir responsabilidades. Y esa victoria está nimbada por el empuje, la determinación y la energía de lo femenino, de principio a final. La lucha reivindicativa de su dignidad como profesionales y como mujeres, la confianza en su valor propio, desde que descubrieron que el espíritu y la práctica del deporte nos iguala a todos (y de ahí su cualidad de valor cívico, democrático y civilizatorio), y al sentir en sus venas –venas viene de Venus porque devuelven la sangre al corazón—el flujo de una energía que presagia y propicia transformaciones que afectan a la humanidad y su esencia.
Ese fútbol femenino que ahora atrae las miradas ha sido una construcción colectiva a cargo de cada una de las niñas que desde la infancia creyeron en ese empuje interior que las condujo hacia la magia del balón redondo. Esa magia se llama creer en una misma, en el encanto del juego liberador, en la diversión colectiva llamada fútbol asociación, que es el nombre completo del juego. Minuto a minuto, mujer a mujer, cada vez que cada una de ellas ha puesto el balón en juego hemos avanzado hacia este signo de los tiempos: un cambio de era en el que la mujer ha señalado el camino y ha abierto trocha.
Quienes crean que exagero o que me entretengo en filosofadas, que hagan el favor de leer una obra esclarecedora del antropólogo Desmond Morris (que se hizo famoso en todo el mundo con El mono desnudo) en que muestra la estructura, las tripas y el corazón arquetípicos de este deporte. Publicado en 1982 en España, a la editorial se le ocurrió titularlo como El deporte rey, cuando la denominación original, mucho más significativa, fue The soccer tribe, la tribu del fútbol. Y piensen que no ha sido un episodio circunscrito a las deportistas que han intervenido en el Mundial. Hemos asistido, damas y caballeros, a la escenificación de un cambio de era en la sociedad española, con todo lo que ello conlleva y no sólo limitado al papel de la mujer en ella.
Se abre paso una nueva era de energía femenina en España (llamamos energía a algo cuya fuerza sentimos pero no sabemos designar). Las mujeres son el vector del progreso en la España actual. Ese viaje lo hacemos todos los ciudadanos, con algunos personajes y sectores reaccionarios (que reaccionan a la contra). El triunfo es colectivo y va más allá del deporte, y el morreo de un marrano no puede siquiera ensombrecerlo. Le toca a España liderar ese gran cambio en todo su aspecto social y en todo el planeta, porque somos “campeonas del puto mundo”.