ANDREU CLARET
La larga y frustrante relación que Ramón Tamames mantuvo con Santiago Carrillo ayuda a comprender su sorprendente decisión de aceptar ser el<strong> </strong>candidato de la extrema derecha<strong> </strong>a la presidencia del Gobierno, tras haber militado durante casi un cuarto de siglo en el Partido Comunista de España. Durante estos 25 años, el prestigio de Tamames fue utilizado por el secretario general del PCE sin que este le considerase nunca un comunista auténtico. Carrillo siempre vio en él una baza para aumentar la influencia de su partido entre intelectuales y funcionarios del Estado pero siempre le cerró las puertas a un mayor protagonismo político. La entrada de Tamames en el partido comunista, en 1956, de la mano de Javier Pradera, hijo de una relevante familia tradicionalista española, no significaba que fuera comunista. El PCE, conocido entonces como ‘el partido’ integraba en sus filas a muchos que veían en él la fuerza más destacada de la lucha contra Franco. Entre otros, a Fernando Sánchez Dragó, que ha actuado ahora de facilitador del acuerdo entre Tamames y Santiago Abascal. Su fichaje le permitía a Carrillo dar crédito a la política de reconciliación nacional promovida desde mediados de los años 50 y poco más.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Más tarde, Carrillo vio en él a una figura de la vida pública madrileña con la que compensar el alejamiento de destacados intelectuales contrariados por la expulsión del partido de dos de sus dirigentes más destacados, Fernando Claudín<strong> </strong>y el escritor Jorge Semprún. Como economista, Tamames compartía las ideas de Semprún y Claudín que advertían de una previsible consolidación del régimen al calor del desarrollo, pero creyó que alinearse con Carrillo podía encumbrarle en posiciones más relevantes en la organización. Sin embargo, la vieja guardia del partido, de la que dependía la supervivencia de Carrillo, observaba con preocupación a este técnico comercial del Estado que pronto seria catedrático de economía y que<strong> </strong>exhibía un talante díscolo, incompatible con el centralismo democrático. Entre tanto, Tamames publicó \’Estructura económica de España\’, un libro llamado a tener un éxito fulgurante y Carrillo intentó beneficiarse de su prestigio. Le encargó otro libro, ‘Un futuro para España’, que le sirvió a Tamames para comprobar los límites de su influencia en el PCE, pues la publicación –en el que participó el economista catalán Antoni Montserrat– estuvo dos años en dique seco, pendiente de que Carrillo escribiera el prólogo y la capitalizara. Fue esta una de las pocas iniciativas en las que Tamames colaboró con el PSUC. Entre él y los dirigentes de este partido siempre existió un recelo mutuo por las reservas que él tenía hacia la política nacional de los comunistas catalanes y por la suspicacia con la que los dos principales líderes del PSUC contemplaban su papel de hombre de Carrillo. En el ámbito económico, Carrillo también utilizó a Tamames para marginar al economista de cabecera del PCE, Tomás García Azcárate, del que recelaba.</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>El 9% que obtuvo el PCE en los primeros comicios fue un aldabonazo que cercenó las ambiciones de Tamames\»</p>\n<!– /wp:paragraph –>\n\n<!– wp:paragraph –>\n<p>Tamames se prestó al juego del secretario general y entró a formar parte del Comité Ejecutivo pensando que con la llegada de la democracia llegaría su hora. Nunca estuvo atento a aquella advertencia de Manuel Azaña<strong> </strong>según la cual los políticos no deben franquear la frontera de sus propias ambiciones. Tras la legalización de los comunistas creyó, como otros muchos, que su partido iba a conseguir un resultado a la italiana.<strong> </strong>El 9% que obtuvo el PCE en los primeros comicios fue un aldabonazo que cercenó las ambiciones de Tamames. Este todavía acompañó a Carrillo a Moscú para entrevistarse con el líder soviético<strong> </strong>Leónidas Breznev, y en las elecciones siguientes, aún fue una de las caras visibles del PCE. Fue él quien acuñó un celebre contraeslogan con el que el PCE intentaba contrarrestar el ascenso del PSOE. ‘Cien años de vacaciones’ replicaban los comunistas ante el ‘Cien años de honradez’ con el que se presentó Felipe González. Sin embargo, Tamames empezó a pensar que su protector era el principal obstáculo<strong> </strong>para un mejor resultado electoral. Se acercó a los llamados renovadores, como Carlos Alonso Zaldívar, Pilar Brabo o Enrique Curiel, que no le dieron la cancha que él creía merecer. En un intento de liderar el descontento, promovió la votación de una enmienda en el comité central para que el secretario general del PCE no tuviera más de 65 años, la edad de Carrillo. Al perder, quedó expedito el camino para el abandono del partido en el que había militado, a su manera, durante 25 años. Ahora, a los 89 años, parece haberse olvidado de aquella enmienda y de su trayectoria y ha aceptado ser el candidato de Vox a la presidencia del Gobierno pensando, probablemente, que por fin ha llegado el momento de gloria que el Partido Comunista de España nunca le dio.