Escrito por JOAQUIM ROGLAN I LLOP
Se cumplen sesenta años de la publicación de Informe sobre la información (1963), el ensayo que escribió el intelectual y militante barcelonés Manuel Vázquez Montalbán en la cárcel de Lleida. Aquel libro inició el estudio del periodismo inexplorado en la España del franquismo y desveló los diversos modos que tiene el poder establecido para silenciar las voces discordantes. Eran tiempos de aislacionismo, censura y represión. Pero visto lo visto actualmente, cualquier reflexión o análisis sobre este asunto, el fútbol, la literatura, la arquitectura, la gastronomía, el urbanismo o las aventuras de su detective Pepe Carvalho pasa por preguntarse: ¿Qué diría Manolo?
Autor de libros y conceptos como Barcelonas (1987), MVM vivió los tiempos en que los dueños de la información en Cataluña eran los directivos de los consejos de administración de grandes empresas, La Caixa y Jordi Pujol. Ahora, a los mismos actores y a sus herederos se han sumado otros de variadas tendencias e ideas que también practican la anestesia o la anulación crítica del conocimiento, y han construido un sistema más de persuasión que de comunicación. Cosa que ya se ve descaradamente en las presentes precampañas electorales. Y para conseguir unas audiencias más hipnotizadas, los audiovisuales incorporan cómicos de mal gusto con tal de conservar lo que llamaba “el rancho de Papá Bonanza”. Que, por cierto, es lo más visto de un canal de dueño italiano con estrellas estrelladas del independentismo.
Sin tener en cuenta los derechos de los receptores ni formados ni informados para decodificar las noticias falsas y las manipuladas, las dictaduras mediáticas del presente abocan al determinismo, al fatalismo y al pesimismo con el fin de instalar el pensamiento único, y con métodos que violan la propaganda y la publicidad limpias y legítimas. (Véase el caso de mezclar el Alzheimer con el candidato Maragall). Además, se suman productos lúdicos de nuevas tecnologías en varias dimensiones que MVM ya llamaba “juguetería mediática” y que favorecían la banalización. Trastos y videojuegos infantiloides y casi inocuos si se compran con los que ahora van del punto cero al punto cinco G. O con las redes sociales, sus malas influencias y sus efectos colaterales. O las realidades y las ficciones virtuales. Y sin saber aún qué pasa ni qué puede pasar con la inteligencia artificial. Por todo ello, una pregunta al intelectual represaliado por Franco, por propios sus camaradas comunistas conventuales de entonces, y repudiado aún por algunas momias leninistas y estalinistas de hoy sería: ¿qué hacemos con y contra todo esto?
Las respuestas podría ser tan a la gallega como Pepe Carvalho, que consiste en contestar a una pregunta con otras preguntas. Como: ¿el actual mercado distribuidor y difusor de verdades ayuda a la pluralidad? ¿Los métodos y actuaciones de los vigentes poderes favorecen una auténtica libertad de conciencia? ¿Hay una auténtica voluntad de socializar el conocimiento con profesorados y rectorados ultra-politizados y partidistas? ¿Qué pasa con el llamado movimiento woke o de la cancelación, que censura opiniones y expresiones artísticas que considera políticamente incorrectas? ¿Es todo ello más de lo mismo pero presentado en envases distintos? Y ¿qué diría Manolo? Descanse en paz.