Jack Dorsey, creador de Twitter y de Bluesky.
Es el dilema que viven ciudadanos, medios de comunicación y periodistas de todo el mundo. ¿Abandonamos X? ¿Nos refugiamos en la red que intenta recuperar la utopía inicial de Twitter? Las personas que participamos en la Fundación Periodismo Plural, editora de Catalunya Plural, también nos hemos planteado estas preguntas. Y aquí intentamos argumentar nuestras respuestas, de la mano de uno de los grandes expertos en la transformación que representaron las redes sociales
GABRIEL JARABA
La adquisición de Twitter por parte de Musk y su degradación al transformarla en X ha hecho que muchos usuarios se hayan sentido decepcionados por los cambios y acusen al nuevo propietario de utilizarla con fines políticos particulares y de obstaculizar la libre circulación de los mensajes introducidos con la intervención tendenciosa de ciertas funciones de sus algoritmos. Por ahora, para una gran multitud de ciudadanos, X “da grima”. Muchos no desean ver su nombre asociado a la imagen del millonario trumpista, y rechazan participar en su producto más popular. Elon Musk, el hombre más rico del mundo, no sólo desempeña el papel de “americano feo” sino el del “malo universal” de las películas de James Bond o los cómics de Marvel, y sus alardes son vistos como kryptonita, no sólo por parte de los ciudadanos progresistas, sino por todos aquellos que desconfían de la alianza entre dinero, información y poder.
Esta desconfianza hacia X y Musk se ha polarizado en torno a la red que antes era Twitter, y ha generado una dinámica de abandono que va más allá de la desafección. Ahora queda patente que X no sólo ha suprimido los sistemas de moderación y control de Twitter, o que el algoritmo del sistema barre hacia casa, sino que restringe o impide la difusión de enlaces con el consiguiente efecto de limitación de difusión informativa facilidad por la red. Hay quien podría decir que X ha operado como un agente electoral de Donald Trump, tomando parte activa en su campaña a base de acumular funciones de sesgo. Todo parece descalificar a X como ágora libre y plataforma abierta para un intercambio de información equilibrada entre las personas.
La desafección de X se incubaba desde hacía tiempo, pero se disparó a raíz de la victoria de Trump con la colaboración de Musk. Parece como si se estuviera esperando una señal para salir corriendo, y esta señal la ha dado a Europa The Guardian, diario británico de tendencia progresista, cuando hace unos días anunció que se retiraba de X y dejaba de publicar -tuits de forma corporativa. Al día siguiente de la publicación de este aviso, La Vanguardia tomaba la misma decisión, informando de que se trasladaba a la nueva red Bluesky. Uno y otro diario han argumentado sus decisiones haciéndose eco de la desafección general hacia X, o expresando sus reservas en cuanto a la imparcialidad de la plataforma. Otros periódicos, como ABC o La Razón, han decidido permanecer allí. El País no ha tomado ninguna decisión similar después de haber publicado varias piezas tanto a favor como en contra de X, y Ara cree que no debe abandonar la red de Musk argumentándolo con un análisis muy razonado de su defensor del lector, Antoni Batista. La Universidad de Barcelona se va de X y aduce razones similares a las de La Vanguardia.
El abandono de X se ha convertido en una huida hacia Bluesky, una red fundada por Jack Dorsey, el creador original de Twitter, que promete mantener y potenciar las virtudes de la red del pajarito azul, preservar la no intervención del algoritmo en el sesgo de la selección y transmisión de los mensajes y vigilar que se practique la moderación y el mantenimiento de la plataforma de acuerdo con los parámetros informativos y sociales que habían distinguido a Twitter como espacio cívico de relación. La fuga parece masiva, y un fenómeno que supera los límites europeos: se dice que aproximadamente un millón de personas se incorporan a diario a Bluesky en busca de oxígeno informativo lejos de los aires enrarecidos muskianos.
Es significativo que el movimiento llegue a la imagen pública de empresas no informativas, como la aerolínea austríaca Austrian, que esta semana difundía un anuncio con un cierto tono humorístico en el que jugaba con la X y la palabra “exit” referida a las salidas de emergencia de los aviones y en doble sentido en la salida masiva de la red social. Algo sucede que supera los límites de un debate sobre libertad informativa y llega a la publicidad en tanto que dimensión de la cultura popular.
Al ciudadano corriente y especialmente el internauta (¿todavía se le llama así?) le corresponde encarar la paradoja de Twitter y tomar su decisión personal. A la Fundación Catalunya Plural le preocupa esta reflexión porque, como editora de periódicos digitales centrados en la defensa de los derechos esenciales y el pensamiento crítico, está fuertemente comprometida con el derecho a la información y la libertad de expresión, en tanto que valores imprescindibles de la democracia.
Lo que sigue son los puntos que constituyen la reflexión central que aportamos de cara a ese debate.
NO PODEMOS PRESCINDIR DE LAS REDES SOCIALES. Las redes sociales de internet han representado un gran avance. Con ellas, los blogs, los wikis y la interactividad se inauguró la web 2.0 y se convirtió en la gran plataforma universal de la comunicación que es. Las redes hacen realidad la marcha hacia la comunicación general e interpersonal soñada por la ilustración, a pesar de sus defectos. No son algo baladí, pero todo su potencial está todavía por descubrir. A pesar de su pervertida utilización son la posibilidad potencial de una comunicación más humana en la perspectiva de una sola humanidad. Cualquier persona puede no utilizarlas, pero el conjunto de la sociedad debe vigilar que sean escenario de la libertad de información.
LAS EMPRESAS DE LAS REDES NO SON CORPORACIONES TECNOLÓGICAS SINO EMPRESAS INFORMATIVAS. El proceso de apropiación corporativa de internet significa el gran negocio de la concentración tecnológica y económica de las plataformas, que arranca de manos de los usuarios el poder de la web 2.0. La apropiación pasa por rehuir cualquier responsabilidad legal, tributaria, social y política que afecte a la hegemonía y la arbitrariedad y por simular una neutralidad no responsable. La actitud de Elon Musk ha supuesto un paso adelante que le aleja de la pretendida neutralidad –como era el caso de Mark Zuckerberg– y lo sitúa en medio de un campo de batalla sociopolítico y económico en el que él es combatiente. No es rara pues la reacción en contra. Ahora que han caído las caretas, las supuestas tecnológicas deben hacer frente a sus responsabilidades como lo que son: medios de comunicación. Y la primera responsabilidad es su papel como administradores del derecho a la libre difusión y recepción de información, recogida por las constituciones democráticas. Esto es especialmente relevante en la Unión Europea, cuyas leyes especifican claramente el marco responsable.
EN LAS REDES LOS PROTAGONISTAS SON LOS USUARIOS. En el sector de la información las cosas son algo distintas que en el resto. Los propietarios de los agentes informativos no son los dueños de todo: los periódicos y los medios son, en última instancia, de los ciudadanos. Véase Jeff Bezos: se compra un diario grande y prestigioso, The Washington Post, el periódico que desveló el caso Watergate, y no se atreve a decir a quién apoyará en la contienda electoral. ¿Acaso la propiedad y el dinero no le autorizan a hacerlo sin tapujos? No, él sabe que un gran número de lectores -el público, los ciudadanos– estarán disconformes con la decisión intuida de apoyo a Trump, como así ha sido y ha provocado la defección de miles de suscriptores del Post. Esto significa que en la información la última palabra la tiene la gente, que en este caso no son los consumidores pasivos de un producto sino ciudadanos que se saben agentes activos al ir y venir del derecho a la circulación de la información. El error de Elon Musk es creer en esa pasividad falsa y en el poder total del dinero y no darse cuenta de la complejidad de lo que lleva entre manos. Los protagonistas son los usuarios de las redes como los lectores lo son de los periódicos, la última palabra es suya y ellos son, en última instancia, sus dueños. Musk ha adquirido Twitter, pero no ha comprado el derecho democrático a la información de sus usuarios.
TWITTER APORTÓ UNA MEJORA MUY SENSIBLE A INTERNET. La aparición de Twitter, en 2006, fue una innovación fulgurante bajo una apariencia modesta: una red de micromensajes de 144 caracteres cada uno. Su éxito masivo no se correspondió con un éxito económico, y sufrió siempre problemas de financiación y cotización en bolsa. Nunca fue el capricho de un millonario sino el triunfo de tres jóvenes ingeniosos –Jack Dorsey, Biz Stone y Evan Williams–que creían en la comunicación directa interpersonal y en el poder de la palabra. Los tuits han creado una cultura digital que nace de la capacidad comunicativa de la síntesis e incluso del aforismo. Twitter indicó que en la web 2.0 la palabra y las personas eran decisivas y que ambas debían presidir la eclosión de la cultura humanista que la web 2.0 debía representar. Este espíritu está vivo todavía en la mirada que proyectamos sobre las nuevas redes como Bluesky y Mastodon, que recogen el planteamiento humanista y tecnológico del Twitter original y por este motivo nos interpelan fuertemente.
LA APARICIÓN DE NUEVAS REDES Y PLATAFORMAS ES POSITIVA. El éxito popular y progresivo de Twitter mostró que había mucho camino por recorrer después de Facebook, como lo ha habido con You Tube, Instagram, Tik Tok y las demás que han venido. Toda innovación en este sentido es positiva pues responde a la investigación fundamental de la web 2.0: mejores formas de comunicar y difundir información entre personas y grupos. Esto comporta el ascenso de unos y el declive de otros, como MySpace y Digg, o el actual cuestionamiento de X. El camino no tiene vuelta atrás y vendrán nuevas formas comunicativas, por lo que los actuales conceptos utilizados quedarán superados. Esta sucesión de formas, sin embargo, a menudo es tortuosa: Facebook ha sido superado generacionalmente por Tik Tok e Instagram, pero Twitter ha tropezado con los propios errores cometidos ahora con X y antes, por la impaciencia de sus accionistas que le pedían beneficios rápidos y se lanzaron en brazos de Musk. Es positivo, o eso parece, que estropear la idea original de Twitter haya acabado por perjudicar a X. Y lo que prevalece es la pluralidad de opciones, que hay que defender de la voracidad de la apropiación corporativa de internet.
BLUESKY RECUPERA LO MEJOR DE LO QUE FUE TWITTER Y MASTODON SE INSPIRA EN LO MEJOR DE LA WEB 2.0. La plataforma X está siendo abandonada no sólo por los usuarios que no quieren verse asociados con Elon Musk y su forma de hacer, sino por personas que ven en la decadencia de esta red y la aparición de Bluesky la manera de recuperar las posibilidades y virtudes del Twitter original. Esta red, promovida por Jack Dorsey, reproduce los elementos y valores originales de Twitter y proporciona al usuario la experiencia mejorada de la red dañada. Bluesky mantiene un sistema de moderación y vigilancia similar al del planteamiento original de Twitter y se declara comprometida con esta actitud, ofreciendo el código abierto para que los usuarios hagan correcciones.
A su vez, el informático alemán Eugen Rochko ha creado Mastodon, una red muy innovadora sostenida sobre una federación descentralizada de servidores, en un paso adelante muy notable respecto al resto de plataformas, que no sólo presenta una posibilidad de contrapesos y equilibrios muy notable sino un ecosistema de convivencia digital altamente democrático. A Bluesky acuden los decepcionados de X que quieren recuperar el aire original de Twitter, y en Mastodon los deseosos de explorar un camino de futuro para las redes sociodigitales coherente con la sociedad compleja.
UNA PLATAFORMA NO ES UNA COMUNIDAD. Las redes sociodigitales reúnen a personas con virtudes y defectos y no son diferentes de cualquier espacio de relación humana. Algunos han visto Twitter/X como un “bar de borrachos” o un lodazal, pero uno es libre de irse. Es natural buscar afinidades, pero los lazos de unión entre las personas en las redes sociodigitales no son los de otros ámbitos sociales y las identificaciones personales con la marca ni mucho menos igualan a los usuarios de otros productos. La circulación de una red a otra siempre está abierta la simultaneidad de pertenencias no sólo es posible sino legítima. Uno puede tener cuentas en varias redes y hacer usos de diversas intensidades y orientaciones, y no hay ningún problema.
PARTICIPAR NO ES ESTAR DE ACUERDO. La cuestión que ahora analizamos aparece cuando entra en juego la identificación de la personalidad con el producto. Es lógico que haya empresas que no quieran ver su nombre asociado a la marca X, así como a personas. Pero también puede pensarse que cada uno es responsable de la actividad que él mismo genera y que la participación en un entorno no significa necesariamente identificación o adhesión. Una cosa es utilizar X, y otra estar conforme con su actividad y orientación general. La paradoja de Twitter tiene aquí dos vertientes: una, la decisión personal de un individuo que valora la conveniencia de tener una cuenta digital con el identificativo de una marca en su extensión; otra, la consideración que una empresa debe hacer con respecto a la asociación de su marca con la ajena. Ser lector de un diario o espectador de una televisión no representa llevar marcada en el frente una señal identificativa como tal, pero a una empresa informativa puede no convenirle que en su actividad en una red sociodigital aparezca distinguida por la asociación a una marca con la que no quiere ser relacionada.
Este inconveniente será trascendido si las redes de internet saben superar la limitación de la actual imposibilidad de interoperatividad entre plataformas. Uno utilizaría una red determinada, pero podría publicar a la vez en otras o intercambiar mensajes, de modo que nos relacionaríamos con las redes como lo hacemos con el correo electrónico. La apertura de códigos y la federación de plataformas es el futuro, y aquí Mastodon indica parte del camino.
LOS ESPACIOS VICIADOS EXISTEN Y NO SIEMPRE PODEMOS O QUEREMOS ELUDIRLOS. ‘Bar de borrachos’ antes o ‘antro de fachas’ ahora, Twitter ha sido y es muchas cosas a la vez. Tienen razón quienes dicen que, desde la desnaturalización que ha representado X, las manipulaciones muskianas han interferido una comunicación libre entre usuarios, pero antes del cambio a X los bots y troles ya cometían todo tipo de fechorías. Catalunya ya fue un escenario muy destacado en este sentido durante el “procés”, en el que sus partidarios hicieron esfuerzos ingentes por apropiarse de las redes mediante la obstrucción y la intimidación. Los activistas del caos saben que el objetivo es hacer de los espacios sociales lugares inhabitables primero, echar a la gente normal después por miedo o cansancio, y finalmente tomar posesión. Podemos irnos de los espacios viciados o quedarnos, y en este caso, no hacer ruido o luchar por ellos, para defender la libertad de información o nuestras propias ideas legítimas. Nadie debe ser señalado por estar presente en una red sociodigital para contrarrestar posiciones con las que está en desacuerdo, aunque sean mayoritarias. Participación no significa acuerdo o adhesión sino intervención libre en un espacio que debe ser abierto y democrático.
REGALAR ESPACIOS A LA ULTRADERECHA ES UN ERROR. Plantearse irse de X es legítimo, pero también conviene reflexionar sobre a quién dejamos el campo libre. El abandono de X por no querer participar o para que no se asocie nuestra imagen con ella es legítimo, pero hay que pensar si es estratégicamente conveniente. Si un multimillonario de extrema derecha, alineado con un presidente omnipotente, hace alarde de cómo una red sociodigital le ha servido para imponerse, es lógico que quienes quieren oponerse les planten cara en su propio ámbito. Nunca ninguna batalla por la democracia se ha ganado abandonando los espacios sociopolíticos a los enemigos de la libertad. Las redes de internet son hoy espacios sociales privilegiados de estas luchas y los ciudadanos tienen derecho a utilizarlas y defenderlas de su indebida apropiación. No querer hacer frente a estos espacios es legítimo y comprensible, pero también es razonable la beligerancia, plantar cara.
LA LUCHA POR LA LIBERTAD DE INFORMACIÓN SE LLEVA A CABO EN TODOAS PARTES. La comunicación, hoy, indica cuáles son y cómo son los espacios sociopolíticos donde acontecen las transformaciones en la sociedad compleja. Exageraríamos si dijéramos que la democracia es la comunicación, pero creemos que la defensa de una comunicación libre y del derecho democrático a la libre información es inseparable de la democracia. En la sociedad compleja no existen compartimentos estancos; toda la sociedad forma un todo en el que la comunicación tiene horror al vacío: allí donde exista un espacio comunicacional que no esté regido por la libertad su lugar lo ocuparán los enemigos de las libertades.
La Fundació Periodisme Plural, es una de las pocas entidad sin ánimo de lucro constituidas en nuestro país (se pueden contar con los dedos de una mano) dedicada al ejercicio del periodismo, declarada de interés social, tiene la voluntad, como establecen sus principios fundacionales, de apostar por la información vinculada a los derechos fundamentales, el pensamiento crítico y por ser un espejo de la pluralidad de la sociedad catalana. En consecuencia, las personas que participamos en la Fundación Periodismo Plural consideramos que nuestro deber es aportar a la ciudadanía elementos para que saquen sus conclusiones. No somos una marca comercial ni un simple producto para el consumo de información o entretenimiento, sino actores vinculados a la exigencia democrática de una sociedad más justa en la que la convivencia se base en proyectos colectivos de progreso.
Las personas que participamos en La Fundació Periodisme Plural, comprometidos con los derechos de los ciudadanos en una sociedad de libertades, hemos llegado a la conclusión que no podemos ceder los espacios que son de todos a una minoría interesada. Ni nosotros ni los ciudadanos a los que queremos servir somos propietarios de corporaciones informativas, sino testigos de cómo es inseparable la libertad de la democracia, el pluralismo y la libre información. Con todos estos argumentos, hemos decidido seguir en X e incorporarnos, a la vez, a la plataforma Bluesky, que encarna hoy la esperanza en una redes más humanistas y menos tóxicas.
La paradoja de X (antes Twitter) y la actual etapa de la evolución de las redes sociodigitales es un instante concreto de las transformaciones comunicacionales de la sociedad compleja. Creemos que los ciudadanos que ejercen el derecho a la libre información deben tener un fuerte protagonismo en estas transformaciones y no renunciar a favorecer cambios en clave liberadora en el campo informativo, y en todas las formas que pueda adoptar la comunicación global a nivel digital.
GABRIEL JARABA
¿Y qué hacer con Twitter, ahora X? ¿Nos quedamos o nos marchamos? ¿Hacia qué otra red social vamos, si es que lo hacemos? Este interrogante está pasando por la cabeza por muchos miles de personas por todas partes, sobre todo después de la victoria de Donald Trump en las elecciones americanas y el apoyo entusiasta del propietario de X, Elon Musk. Es “la paradoja de Twitter”, la actitud de querer y doler a la vez en cuanto a la presencia en una red social de la que forman parte millones, pero de la que huyen en cantidades también millonarias.
La adquisición de Twitter por parte de Musk y su degradación al transformarla en X ha hecho que muchos usuarios se hayan sentido decepcionados por los cambios y acusen al nuevo propietario de utilizarla con fines políticos particulares y de obstaculizar la libre circulación de los mensajes introducidos con la intervención tendenciosa de ciertas funciones de sus algoritmos. Por ahora, para una gran multitud de ciudadanos, X “da grima”. Muchos no desean ver su nombre asociado a la imagen del millonario trumpista, y rechazan participar en su producto más popular. Elon Musk, el hombre más rico del mundo, no sólo desempeña el papel de “americano feo” sino el del “malo universal” de las películas de James Bond o los cómics de Marvel, y sus alardes son vistos como kryptonita, no sólo por parte de los ciudadanos progresistas, sino por todos aquellos que desconfían de la alianza entre dinero, información y poder.
Esta desconfianza hacia X y Musk se ha polarizado en torno a la red que antes era Twitter, y ha generado una dinámica de abandono que va más allá de la desafección. Ahora queda patente que X no sólo ha suprimido los sistemas de moderación y control de Twitter, o que el algoritmo del sistema barre hacia casa, sino que restringe o impide la difusión de enlaces con el consiguiente efecto de limitación de difusión informativa facilidad por la red. Hay quien podría decir que X ha operado como un agente electoral de Donald Trump, tomando parte activa en su campaña a base de acumular funciones de sesgo. Todo parece descalificar a X como ágora libre y plataforma abierta para un intercambio de información equilibrada entre las personas.
La desafección de X se incubaba desde hacía tiempo, pero se disparó a raíz de la victoria de Trump con la colaboración de Musk. Parece como si se estuviera esperando una señal para salir corriendo, y esta señal la ha dado a Europa The Guardian, diario británico de tendencia progresista, cuando hace unos días anunció que se retiraba de X y dejaba de publicar -tuits de forma corporativa. Al día siguiente de la publicación de este aviso, La Vanguardia tomaba la misma decisión, informando de que se trasladaba a la nueva red Bluesky. Uno y otro diario han argumentado sus decisiones haciéndose eco de la desafección general hacia X, o expresando sus reservas en cuanto a la imparcialidad de la plataforma. Otros periódicos, como ABC o La Razón, han decidido permanecer allí. El País no ha tomado ninguna decisión similar después de haber publicado varias piezas tanto a favor como en contra de X, y Ara cree que no debe abandonar la red de Musk argumentándolo con un análisis muy razonado de su defensor del lector, Antoni Batista. La Universidad de Barcelona se va de X y aduce razones similares a las de La Vanguardia.
El abandono de X se ha convertido en una huida hacia Bluesky, una red fundada por Jack Dorsey, el creador original de Twitter, que promete mantener y potenciar las virtudes de la red del pajarito azul, preservar la no intervención del algoritmo en el sesgo de la selección y transmisión de los mensajes y vigilar que se practique la moderación y el mantenimiento de la plataforma de acuerdo con los parámetros informativos y sociales que habían distinguido a Twitter como espacio cívico de relación. La fuga parece masiva, y un fenómeno que supera los límites europeos: se dice que aproximadamente un millón de personas se incorporan a diario a Bluesky en busca de oxígeno informativo lejos de los aires enrarecidos muskianos.
Es significativo que el movimiento llegue a la imagen pública de empresas no informativas, como la aerolínea austríaca Austrian, que esta semana difundía un anuncio con un cierto tono humorístico en el que jugaba con la X y la palabra “exit” referida a las salidas de emergencia de los aviones y en doble sentido en la salida masiva de la red social. Algo sucede que supera los límites de un debate sobre libertad informativa y llega a la publicidad en tanto que dimensión de la cultura popular.
Al ciudadano corriente y especialmente el internauta (¿todavía se le llama así?) le corresponde encarar la paradoja de Twitter y tomar su decisión personal. A la Fundación Catalunya Plural le preocupa esta reflexión porque, como editora de periódicos digitales centrados en la defensa de los derechos esenciales y el pensamiento crítico, está fuertemente comprometida con el derecho a la información y la libertad de expresión, en tanto que valores imprescindibles de la democracia.
Lo que sigue son los puntos que constituyen la reflexión central que aportamos de cara a ese debate.
NO PODEMOS PRESCINDIR DE LAS REDES SOCIALES. Las redes sociales de internet han representado un gran avance. Con ellas, los blogs, los wikis y la interactividad se inauguró la web 2.0 y se convirtió en la gran plataforma universal de la comunicación que es. Las redes hacen realidad la marcha hacia la comunicación general e interpersonal soñada por la ilustración, a pesar de sus defectos. No son algo baladí, pero todo su potencial está todavía por descubrir. A pesar de su pervertida utilización son la posibilidad potencial de una comunicación más humana en la perspectiva de una sola humanidad. Cualquier persona puede no utilizarlas, pero el conjunto de la sociedad debe vigilar que sean escenario de la libertad de información.
LAS EMPRESAS DE LAS REDES NO SON CORPORACIONES TECNOLÓGICAS SINO EMPRESAS INFORMATIVAS. El proceso de apropiación corporativa de internet significa el gran negocio de la concentración tecnológica y económica de las plataformas, que arranca de manos de los usuarios el poder de la web 2.0. La apropiación pasa por rehuir cualquier responsabilidad legal, tributaria, social y política que afecte a la hegemonía y la arbitrariedad y por simular una neutralidad no responsable. La actitud de Elon Musk ha supuesto un paso adelante que le aleja de la pretendida neutralidad –como era el caso de Mark Zuckerberg– y lo sitúa en medio de un campo de batalla sociopolítico y económico en el que él es combatiente. No es rara pues la reacción en contra. Ahora que han caído las caretas, las supuestas tecnológicas deben hacer frente a sus responsabilidades como lo que son: medios de comunicación. Y la primera responsabilidad es su papel como administradores del derecho a la libre difusión y recepción de información, recogida por las constituciones democráticas. Esto es especialmente relevante en la Unión Europea, cuyas leyes especifican claramente el marco responsable.
EN LAS REDES LOS PROTAGONISTAS SON LOS USUARIOS. En el sector de la información las cosas son algo distintas que en el resto. Los propietarios de los agentes informativos no son los dueños de todo: los periódicos y los medios son, en última instancia, de los ciudadanos. Véase Jeff Bezos: se compra un diario grande y prestigioso, The Washington Post, el periódico que desveló el caso Watergate, y no se atreve a decir a quién apoyará en la contienda electoral. ¿Acaso la propiedad y el dinero no le autorizan a hacerlo sin tapujos? No, él sabe que un gran número de lectores -el público, los ciudadanos– estarán disconformes con la decisión intuida de apoyo a Trump, como así ha sido y ha provocado la defección de miles de suscriptores del Post. Esto significa que en la información la última palabra la tiene la gente, que en este caso no son los consumidores pasivos de un producto sino ciudadanos que se saben agentes activos al ir y venir del derecho a la circulación de la información. El error de Elon Musk es creer en esa pasividad falsa y en el poder total del dinero y no darse cuenta de la complejidad de lo que lleva entre manos. Los protagonistas son los usuarios de las redes como los lectores lo son de los periódicos, la última palabra es suya y ellos son, en última instancia, sus dueños. Musk ha adquirido Twitter, pero no ha comprado el derecho democrático a la información de sus usuarios.
TWITTER APORTÓ UNA MEJORA MUY SENSIBLE A INTERNET. La aparición de Twitter, en 2006, fue una innovación fulgurante bajo una apariencia modesta: una red de micromensajes de 144 caracteres cada uno. Su éxito masivo no se correspondió con un éxito económico, y sufrió siempre problemas de financiación y cotización en bolsa. Nunca fue el capricho de un millonario sino el triunfo de tres jóvenes ingeniosos –Jack Dorsey, Biz Stone y Evan Williams–que creían en la comunicación directa interpersonal y en el poder de la palabra. Los tuits han creado una cultura digital que nace de la capacidad comunicativa de la síntesis e incluso del aforismo. Twitter indicó que en la web 2.0 la palabra y las personas eran decisivas y que ambas debían presidir la eclosión de la cultura humanista que la web 2.0 debía representar. Este espíritu está vivo todavía en la mirada que proyectamos sobre las nuevas redes como Bluesky y Mastodon, que recogen el planteamiento humanista y tecnológico del Twitter original y por este motivo nos interpelan fuertemente.
LA APARICIÓN DE NUEVAS REDES Y PLATAFORMAS ES POSITIVA. El éxito popular y progresivo de Twitter mostró que había mucho camino por recorrer después de Facebook, como lo ha habido con You Tube, Instagram, Tik Tok y las demás que han venido. Toda innovación en este sentido es positiva pues responde a la investigación fundamental de la web 2.0: mejores formas de comunicar y difundir información entre personas y grupos. Esto comporta el ascenso de unos y el declive de otros, como MySpace y Digg, o el actual cuestionamiento de X. El camino no tiene vuelta atrás y vendrán nuevas formas comunicativas, por lo que los actuales conceptos utilizados quedarán superados. Esta sucesión de formas, sin embargo, a menudo es tortuosa: Facebook ha sido superado generacionalmente por Tik Tok e Instagram, pero Twitter ha tropezado con los propios errores cometidos ahora con X y antes, por la impaciencia de sus accionistas que le pedían beneficios rápidos y se lanzaron en brazos de Musk. Es positivo, o eso parece, que estropear la idea original de Twitter haya acabado por perjudicar a X. Y lo que prevalece es la pluralidad de opciones, que hay que defender de la voracidad de la apropiación corporativa de internet.
BLUESKY RECUPERA LO MEJOR DE LO QUE FUE TWITTER Y MASTODON SE INSPIRA EN LO MEJOR DE LA WEB 2.0. La plataforma X está siendo abandonada no sólo por los usuarios que no quieren verse asociados con Elon Musk y su forma de hacer, sino por personas que ven en la decadencia de esta red y la aparición de Bluesky la manera de recuperar las posibilidades y virtudes del Twitter original. Esta red, promovida por Jack Dorsey, reproduce los elementos y valores originales de Twitter y proporciona al usuario la experiencia mejorada de la red dañada. Bluesky mantiene un sistema de moderación y vigilancia similar al del planteamiento original de Twitter y se declara comprometida con esta actitud, ofreciendo el código abierto para que los usuarios hagan correcciones.
A su vez, el informático alemán Eugen Rochko ha creado Mastodon, una red muy innovadora sostenida sobre una federación descentralizada de servidores, en un paso adelante muy notable respecto al resto de plataformas, que no sólo presenta una posibilidad de contrapesos y equilibrios muy notable sino un ecosistema de convivencia digital altamente democrático. A Bluesky acuden los decepcionados de X que quieren recuperar el aire original de Twitter, y en Mastodon los deseosos de explorar un camino de futuro para las redes sociodigitales coherente con la sociedad compleja.
UNA PLATAFORMA NO ES UNA COMUNIDAD. Las redes sociodigitales reúnen a personas con virtudes y defectos y no son diferentes de cualquier espacio de relación humana. Algunos han visto Twitter/X como un “bar de borrachos” o un lodazal, pero uno es libre de irse. Es natural buscar afinidades, pero los lazos de unión entre las personas en las redes sociodigitales no son los de otros ámbitos sociales y las identificaciones personales con la marca ni mucho menos igualan a los usuarios de otros productos. La circulación de una red a otra siempre está abierta la simultaneidad de pertenencias no sólo es posible sino legítima. Uno puede tener cuentas en varias redes y hacer usos de diversas intensidades y orientaciones, y no hay ningún problema.
PARTICIPAR NO ES ESTAR DE ACUERDO. La cuestión que ahora analizamos aparece cuando entra en juego la identificación de la personalidad con el producto. Es lógico que haya empresas que no quieran ver su nombre asociado a la marca X, así como a personas. Pero también puede pensarse que cada uno es responsable de la actividad que él mismo genera y que la participación en un entorno no significa necesariamente identificación o adhesión. Una cosa es utilizar X, y otra estar conforme con su actividad y orientación general. La paradoja de Twitter tiene aquí dos vertientes: una, la decisión personal de un individuo que valora la conveniencia de tener una cuenta digital con el identificativo de una marca en su extensión; otra, la consideración que una empresa debe hacer con respecto a la asociación de su marca con la ajena. Ser lector de un diario o espectador de una televisión no representa llevar marcada en el frente una señal identificativa como tal, pero a una empresa informativa puede no convenirle que en su actividad en una red sociodigital aparezca distinguida por la asociación a una marca con la que no quiere ser relacionada.
Este inconveniente será trascendido si las redes de internet saben superar la limitación de la actual imposibilidad de interoperatividad entre plataformas. Uno utilizaría una red determinada, pero podría publicar a la vez en otras o intercambiar mensajes, de modo que nos relacionaríamos con las redes como lo hacemos con el correo electrónico. La apertura de códigos y la federación de plataformas es el futuro, y aquí Mastodon indica parte del camino.
LOS ESPACIOS VICIADOS EXISTEN Y NO SIEMPRE PODEMOS O QUEREMOS ELUDIRLOS. ‘Bar de borrachos’ antes o ‘antro de fachas’ ahora, Twitter ha sido y es muchas cosas a la vez. Tienen razón quienes dicen que, desde la desnaturalización que ha representado X, las manipulaciones muskianas han interferido una comunicación libre entre usuarios, pero antes del cambio a X los bots y troles ya cometían todo tipo de fechorías. Catalunya ya fue un escenario muy destacado en este sentido durante el “procés”, en el que sus partidarios hicieron esfuerzos ingentes por apropiarse de las redes mediante la obstrucción y la intimidación. Los activistas del caos saben que el objetivo es hacer de los espacios sociales lugares inhabitables primero, echar a la gente normal después por miedo o cansancio, y finalmente tomar posesión. Podemos irnos de los espacios viciados o quedarnos, y en este caso, no hacer ruido o luchar por ellos, para defender la libertad de información o nuestras propias ideas legítimas. Nadie debe ser señalado por estar presente en una red sociodigital para contrarrestar posiciones con las que está en desacuerdo, aunque sean mayoritarias. Participación no significa acuerdo o adhesión sino intervención libre en un espacio que debe ser abierto y democrático.
REGALAR ESPACIOS A LA ULTRADERECHA ES UN ERROR. Plantearse irse de X es legítimo, pero también conviene reflexionar sobre a quién dejamos el campo libre. El abandono de X por no querer participar o para que no se asocie nuestra imagen con ella es legítimo, pero hay que pensar si es estratégicamente conveniente. Si un multimillonario de extrema derecha, alineado con un presidente omnipotente, hace alarde de cómo una red sociodigital le ha servido para imponerse, es lógico que quienes quieren oponerse les planten cara en su propio ámbito. Nunca ninguna batalla por la democracia se ha ganado abandonando los espacios sociopolíticos a los enemigos de la libertad. Las redes de internet son hoy espacios sociales privilegiados de estas luchas y los ciudadanos tienen derecho a utilizarlas y defenderlas de su indebida apropiación. No querer hacer frente a estos espacios es legítimo y comprensible, pero también es razonable la beligerancia, plantar cara.
LA LUCHA POR LA LIBERTAD DE INFORMACIÓN SE LLEVA A CABO EN TODOAS PARTES. La comunicación, hoy, indica cuáles son y cómo son los espacios sociopolíticos donde acontecen las transformaciones en la sociedad compleja. Exageraríamos si dijéramos que la democracia es la comunicación, pero creemos que la defensa de una comunicación libre y del derecho democrático a la libre información es inseparable de la democracia. En la sociedad compleja no existen compartimentos estancos; toda la sociedad forma un todo en el que la comunicación tiene horror al vacío: allí donde exista un espacio comunicacional que no esté regido por la libertad su lugar lo ocuparán los enemigos de las libertades.
La Fundació Periodisme Plural, es una de las pocas entidad sin ánimo de lucro constituidas en nuestro país (se pueden contar con los dedos de una mano) dedicada al ejercicio del periodismo, declarada de interés social, tiene la voluntad, como establecen sus principios fundacionales, de apostar por la información vinculada a los derechos fundamentales, el pensamiento crítico y por ser un espejo de la pluralidad de la sociedad catalana. En consecuencia, las personas que participamos en la Fundación Periodismo Plural consideramos que nuestro deber es aportar a la ciudadanía elementos para que saquen sus conclusiones. No somos una marca comercial ni un simple producto para el consumo de información o entretenimiento, sino actores vinculados a la exigencia democrática de una sociedad más justa en la que la convivencia se base en proyectos colectivos de progreso.
Las personas que participamos en La Fundació Periodisme Plural, comprometidos con los derechos de los ciudadanos en una sociedad de libertades, hemos llegado a la conclusión que no podemos ceder los espacios que son de todos a una minoría interesada. Ni nosotros ni los ciudadanos a los que queremos servir somos propietarios de corporaciones informativas, sino testigos de cómo es inseparable la libertad de la democracia, el pluralismo y la libre información. Con todos estos argumentos, hemos decidido seguir en X e incorporarnos, a la vez, a la plataforma Bluesky, que encarna hoy la esperanza en una redes más humanistas y menos tóxicas.
La paradoja de X (antes Twitter) y la actual etapa de la evolución de las redes sociodigitales es un instante concreto de las transformaciones comunicacionales de la sociedad compleja. Creemos que los ciudadanos que ejercen el derecho a la libre información deben tener un fuerte protagonismo en estas transformaciones y no renunciar a favorecer cambios en clave liberadora en el campo informativo, y en todas las formas que pueda adoptar la comunicación global a nivel digital.