Los ojos de Marco

Cuando uno mira a los ojos de personas como el impostor interpretado por Eduard Fernández se encuentra ante un abismo que no me atrevo a describir pero que me llena de desesperanza.

GABRIEL JARABA

No me atrevo a ver la película “Marco”, en la que el actor Eduard Fernández interpreta a Enric Marco, un personaje que simuló haber sido un deportado al campo nazi de Flossenburg y fue solamente un aprovechado. Y con ello me pierdo el magnífico trabajo que Fernández debe de realizar porque no soy capaz de volver a ver aquellos ojos, aunque sean de ficción. Tan bien hace su trabajo el actor que ha sabido interpretar perfectamente lo que vio en la mirada del personaje y comunicar al espectador la conmoción que ella transmite. Y esa conmoción no le deja a uno indemne; quizá este pobre hombre que escribe sea demasiado impresionable.

Conocí a Enric Marco hace unos cuantos años, cuando frecuentaba la CNT de Luis Andrés Edo, dirigente cenetista muy querido por quienes no éramos de su cuerda, como Cipriano Damiano, otro luchador antifascista que fue ejemplar para tantos de nosotros. Mi abuelo materno y mi tío fueron de la CNT, de modo que no tengo reserva respecto a esas siglas históricas, de cuya cultura del trabajo me considero hijo. Le encontré en diversas ocasiones en lugares distintos, incluso en una asociación de padres preocupados por lo que sus hijos veían en la televisión. En todos ellos me encontré con lo mismo: un hombre ávido de protagonismo, dotado con aquel arrojo que confiere la ignorancia. He visto ese atrevimiento en unas cuantas personas, incluso en una que ha ocupado alguna alcaldía, pero lo que caracterizaba a Marco era su reclamación constante de atención y la sensación de disgusto cuando no la obtenía. No me atrajo por ninguna otra razón y decidí no acercármele demasiado, y me sorprendí al ver cómo se descubría el montaje que organizó en torno a su vida basado en una suplantación descomunal.

Lo realmente sorprendente no es que Enric Marco se hubiera hecho pasar por un deportado, llrgando a presidir la Amical de Mauthausen después de hacer presidido la CNT catalana, sino que su impostura se descubriers tan tarde. Antes de que Montserrat Roig escribiera su “Catalans als camps nazis” sabíamos ya de la epopeya de nuestros héroes de Mauthausen gracias a Joaquim Amat Piniella, con su “K. L. Reich” y a Mariano Constante, autor de “Los años rojos”, capitán del ejército de la República y militante comunista. Hemos conocido a muchos luchadores antifascistas de la generación de nuestros padres, algunos con los que hemos compartido tareas, y todos tienen una característica en común: una mirada franca y directa, un trato leal y sincero, una presencia de ánimo ejemplar. Bastaba cruzarse con la mirada de Marco para darse cuenta de que uno se encontraba ante otro tipo de persona.

Esta cuestión nos vuelve a demostrar que la gente en general es buena. Es falso lo de piensa mal y acertarás; las personas que no merecen confianza se benefician de esa bondad prevalente en el género humano. Uno cree que cada cual tiene siempre buenas razones para hacer lo que hace, aunque se trate de comportamientos bastardos. Pero cuando uno mira a los ojos de personas como el impostor interpretado por Eduard Fernández se encuentra ante un abismo que no me atrevo a describir pero que me llena de desesperanza. Por eso no he visto la película y me limito a mirar las fotos en las que el actor catalán ha sabido reflejar aquel abismo.

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