Fronteras

Las fronteras son un gran invento pero están llamadas a desaparecer.

Las fronteras son un gran invento llamado a desaparecer.

GABRIEL JARABA

Rusia se dedica a hostigar las fronteras con Europa occidental mediante maniobras con drones y aviones caza. Mientras, continúa metida hasta el cuello en la guerra de Ucrania con la esperanza de agotar a ese país para que acceda a ceder territorio pero con la mirada puesta en algún grado de reabsorción de esa república por lo que puede considerarse una reformulación del bloque ex pseudocomunista. Los países bálticos tiemblan, Polonia se enfada y la Unión Europea se asusta sólo de pensar que esa guerra cuasi imperial pueda alcanzar su territorio o por lo menos amenazar sus políticas.

Las fronteras tal como hoy las conocemos son un invento reciente. Surgidas del concepto de ordenación territorial de la paz de Westfalia, fue difícil convertirlas en límites infranqueables y más aún con el invento del ferrocarril, que aceleró el tráfico de personas por toda Europa. En la última parte del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial no se requería pasaporte, en general, para los viajes dentro del continente, y el cruce de las fronteras era fácil. Hoy día  la Unión Europea ha tenido que crear el espacio Schengen para recuperar una libertad que hace siglo y medio era un hecho.

Las fronteras son un avance civilizatorio. Mantienen la separación entre los estados mediante la administración y la diplomacia relegando la fuerza a situaciones extremas. Ursula von der Leyen ha recordado que no es posible modificar las fronteras por la fuerza, recordando el infausto tiempo en que Alemania se apropió de Austria y de los Sudetes y desencadenó una guerra mundial con la intención de apropiarse de un “espacio vital” que expresara su deseo de un Reich de un milenio de duración. Los europeos occidentales, en consecuencia, consideran ese entorno unificado y democrático como un bien permanente, y todavía no se dan cuenta de que eso no lo garantiza únicamente la diplomacia porque si alguien desea saltarse las fronteras a la torera y dispone de la fuerza para hacerlo, entonces, Houston, tenemos un problema.

El bloque soviético se expresaba con dos realidades que respondían a la combinación de fuerza y diplomacia, el Pacto de Varsovia o alianza militar bajo hegemonía rusa y la doctrina de soberanía limitada esgrimida para neutralizar cualquier intento de cuestionar la dependencia política de los países del Pacto. Parece que nadie recuerda que el experimento de democratización de Checoslovaquia, una perestroika avant la lettre, terminó con la invasión del Pacto de Varsovia, el desarbolamiento de la Primavera de Praga y el encarcelamiento del presidente Alexander Dubcek. Ningún elemento militar de la OTAN puso el pie en la patria de Vaclav Havel y la soberanía limitada fue admitida sin reservas. Lo de la amenaza actual de la OTAN sobre el ex bloque es una virguería propagandística que sólo se creen quienes están dispuestos a creérsela. Pero ahí están las fronteras recordando que no sólo sirven para separar por un lado y cohesionar por otro: una frontera es siempre una amenaza de guerra.

La actividad de saltarse fronteras con tanques debe de permanecer en la memoria de los europeos de hoy. La Rusia actual no es la Unión Soviética pero tampoco es un país democrático, y la práctica política de Putin es algo que sería imperialismo por más que él y sus propagandistas digan que no hacen más que defenderse de la OTAN, pero no es más que imposición de una hegemonía autocrática por las bravas. El hostigamiento intermitente de las fronteras a cargo de Rusia nos recuerda que, en última instancia, las fronteras están para ser hostigadas y lo demás es literatura… o diplomacia.

Alemania bulle en torno a un hipotético rearme y un probable servicio militar reinstaurado. Y en la UE muchísima gente sigue creyendo que si eres vegetariano los leones no te comen. No va a producirse una invasión rusa de la UE pero su jugueteo con las fronteras no sólo produce temor en los países limítrofes sino que da alas a quienes le hacen el papel de propagandistas o saboteadores a cambio de algo o gratis y consigue que la inquietud revierta en desánimo y poca valoración de la democracia. No es poca cosa. Las fronteras siempre han sido un negocio para los contrabandistas.

Fotografía: Alexander Dubcek.Fronteras

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