
GABRIEL JARABA
Hemos venido hablando de la apropiación corporativa de la red para aludir al último giro en su involución pero ahora se ve que esta expresión es quedarse corto. Lo que ha sucedido no sólo es eso sino mucho más: la reconversión integral del primer medio universal abierto a todos en un sistema comunicativo que se rige por las reglas del más puro neocapitalismo tecnocrático: ganancia a toda costa, provecho desaforado, efectos secundarios fuera de consideración, imposición de hegemonía cultural, centralización de una tecnología que debe estar a disposición de todos, búsqueda de públicos-mercados y su puesta en cautividad, mediatización de la libre competencia, alianza entre el poder tecnológico y el poder político, acumulación gigantística del patrimonio, y así sucesivamente. La internet corporativa de hoy es un escaparate de lo que es y a dónde se dirige el mundo surgido de la ruptura de los pactos civilizacionales posteriores a 1945.
El apagón de Amazon Web Services (AWS) es una nueva prueba de que la concentración de la infraestructura de internet en apenas unas pocas empresas privadas denota que ya hemos dejado atrás el sueño de una red ilustrada, educativa, compartida y liberadora. AWS es el proveedor de servicios digitales en la nube más importante del mundo y uno de los pocos gigantes que agrupan el potencial de internet, como Meta, Google, Microsoft, Apple o la propia AWS. Esa concentración de la infraestructura de internet en unas pocas empresas privadas es un problema de seguridad global porque cualquier fallo causa graves problemas a países de todo el planeta. Pero no sólo se trata del riesgo de una catástrofe a gran escala; esta ya se ha producido con el robo de la red de redes y su puesta en manos de unos pocos y limitados intereses particulares.
Según nos recuerda Francesc Bracero, estudioso de internet, AWS es una poderosa industria líder en centrales de datos, con un 30 por ciento de mercado y con tanto negocio como los otros dos grandes juntos. como Azure de Microsoft y Google Cloud. Y al decir eso nos hace ver que la palabra “nube” para aludir al inmenso repositorio de datos al que subimos los nuestros desde el ordenador casero no es precisamente nada etéreo. La “nube” es un lugar físico, hecho de máquinas, al cual aportamos, a menudo de manera gratuita, patrimonio intelectual personal, elaborado por nosotros y cedido a quienes harán de él un negocio que se sitúa en cabeza del capitalismo mundial.
Por eso hablamos de robo de internet: hemos asistido a un escamoteo descomunal desde el nacimiento de internet y la esperanza de una nueva era de la comunicación ilustrada, basado en una confusión de términos engañosos y juegos de trileros. La internet actual y su enorme poder comunicacional, con su acumulación planetaria de datos, ya no es una red en manos de los ciudadanos –a quienes antes llamábamos internautas—en la que se relacionan igualitariamente sino el campo privilegiado en el que el capitalismo tecnológico-financiero global juega y escenifica un proyecto tendente a desplegar la hegemonía que ese nuevo poder tecnológico, económico, geoestratégico y militar. Ahí queda la Wikipedia, los blogs, wikis y las experiencias de autocomunicación social como resistentes de un mundo al que los Elon Musk quieren ver muerto, y no se ahorran amenazas explícitas a la gran enciclopedia popular de Jimmy Wales.
Nos han robado en nuestras narices halagando nuestras orejas respecto al mayor experimento comunicacional de la ciencia en toda la historia, y nos lo hemos dejado robar porque esos halagos acariciaban nuestros mejores sueños. Otros, sin embargo, están siendo barridos por el empuje de esa hegemonía en construcción: resulta patética la actitud de la prensa informativa, que no sólo se arruga ante el empuje desvergonzado del trumpismo sino que es incapaz de abrirse un hueco en el mercado del tráfico y la acumulación de datos; ni siquiera es capaz de rentabilizar esa posesión ni convertirla en ingresos por publicidad, engullida a su vez por Google y otras plataformas.
A todo eso responde el interés actual de la inteligencia artificial (IA), que es un gran paso adelante en la conversión de internet en un campo global de recopilación de datos para hacer con ellos un inmenso repositorio de información que alimente y consolide la posición hegemónica de ese nuevo coloso de la hegemonía comunicacional. La apariencia doméstica y amable de los chats de IA generativa es la nueva versión del trilerismo escamoteador del robo de internet practicado ante la mirada ingenua de los incautos. Estamos a las puertas de la construcción de una nueva hegemonía cultural como nunca se ha visto en el mundo orientada a solidificar los cambios económicos y geoestratégicos en curso del tecnocapitalismo financiero global en su empeño por erigirse en un poder imbatible.
En un próximo artículo explicaremos en qué consisten las actuales maniobras de los trileros y cómo se lleva a cabo el robo de internet.
Fotografías: las esferas de Amazon, en la sede central de la empresa en Seattle.




