El príncipe y la corista

Se diría que en materia de intercambio sexual interesado es el dinero lo que cuenta, pero cuando anda el poder de por medio la moneda de cambio es otra

GABRIEL JARABA

A estas alturas ya no debería de sorprender que algunos destacados dirigentes fueran eximios puteros ya que determinados usos conllevan el riesgo de ciertos abusos. Pero observen ustedes que incluso entre las rameras hay clases porque la estructura clasista la arrastramos de la cuna  hasta la tumba, de modo que de perdidos al río y ande o no ande, caballo grande, ya que de montar o ser  montada se trata. Puestos a apostar a caballo ganador qué menos que hacerlo por un alazán real aunque acabe convertido en un jamelgo.

Uno barrunta que el aceleradísimo tiempo de la España contemporánea ha transcurrido a través de hitos definitorios de cada momento: la votación de la Constitución, la victoria del PSOE, el ingreso en el mercado común, la adhesión a la OTAN. Pero también la legalización del divorcio, la apoteosis del destape, la fundación de la revista Interviu, el estreno comercial de la película Emmanuelle, la aceptación social de la homosexualidad, el uso del cannabis como droga intergeneracional, por ejemplo: no son (sólo) las leyes sino las costumbres lo que hace a los países. En Hispanoamérica pero también en Italia se nos ve a los españoles como a una sociedad no sólo liberal sino altamente permisiva y en el confín de lo socialmente aceptable en la civilización burguesa. La excepción que antes éramos cuando se nos consideraba la reserva espiritual de occidente lo seguimos siendo ahora que parecemos la reserva india del cachondeo.

La publicación en la prensa holandesa de unas fotos en las que aparece un personaje principesco y una corista de primera fila en actitud digamos erótica no parece haber impresionado a nadie; al menos el susodicho nunca ha dejado de comentar con sus amistades su pluralidad relacional. De modo que ahora nadie va hacer respingo alguno porque una de sus favoritas haya frecuentado la cercanía de los leones antes que la de los mostrencos. Somos, ciertamente, otro país en asuntos de costumbres, al menos las zoológicas.

En puteros y puteríos, pues, parece que las cosas hayan cambiado, pero no ha sido así. En los asuntos de quienes pecan por la paga y quienes pagan por pecar (¡ay, Teresa!) siempre se trata de lo mismo, de una relación de provecho no mutuo alrededor de un intercambio sexual. Pero la filtración de unos audios con conversaciones entre el príncipe y la corista parece mostrar que cuando anda de por medio el poder, sea cual sea y en qué volumen, hay siempre elementos que escapan a las consideraciones morales al uso. Sobre todo cuando aparece de nuevo la cúpula policial del gobierno Rajoy y sale de entre las sombras a pasear en busca de algún objetivo ominoso y mucho más pornográfico que el simple folleteo.

Ya habíamos visto marranadas anteriormente, ¿se acuerdan de Corinna zu  Sayn Wittgenstein, ahora piadosamente callada? Es posible que presenciemos movimientos torpes en la oscuridad cuyo alcance es difícil atisbar, véase la alusión a Alfonso Armada. El silencio aparece siempre como la verdadera moneda de cambio y no la mera lujuria. Porque estas cosas no van de follar sino de joder.

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