Culo y pelotas

La publicidad televisiva nos depara siempre momentos de gran gozo: ahora toca culo, tetas, pies y pelotas.

GABRIEL JARABA

Cuando un servidor era niño los tranvías incluían en su interior un aviso a los pasajeros: “Prohibida la blasfemia y la palabra soez”. Algunos de aquellos infantes, apenas escolarizados, nos preguntábamos qué debía de significar aquella palabra, “soez”, que merecía semejante prohibición pública. Luego ya aprendimos la consiguiente sarta de palabrotas de la que debe disponer cualquier escolar que se precie, antes de que un empobrecimiento léxico general redujese a “gilipollas” las opciones de insulto. Es alentador que, en ciertos lugares de Andalucía, se conserve el epíteto “pisha” o “shosho” para aludir al prójimo de sexo masculino y femenino, siempre sin intención vejatoria sino mostrando una actitud cálidamente amigable. Un servidor viviría gustoso en cualquier rincón del sur de España sólo por el placer de ser llamado “pisha” y por la oportunidad de llamarles “shosho” a las vecinas.

Hoy la normalización de la palabra soez es un hecho, y lo era ya cuando hubo que anunciar su prohibición en el transporte público. Los hispanoamericanos nos consideran malhablados y cuando no tienen más remedio pronuncian “culo, como dicen ustedes”. La televisión y el cine suelen ser un nutrido muestrario de expresiones malsonantes, quizá debido no sólo al naturalismo etnográfico de las pantallas sino a la ausencia de dialoguistas profesionales en las producciones que cuiden la riqueza expresiva en la ficción.

Pero ahora mismo se acaba de producir un avance de la palabra soez en el campo audiovisual que es digno de mención: un anuncio de desodorante de Rexona irrumpe en nuestros hogares exclamando rotundamente “¡Culo, lolas, quesos, pelotas!”, aludiendo al trasero, los pechos, los pies y los genitales, lugares todos ellos susceptibles de un exceso de sudoración. Uno se anima enormemente ante este signo civilizatorio porque el verdadero lenguaje que se instala en lo popular se cocina en la publicidad: “Qué menos que Monix”, “Filo, filo, Filomatic” o “Avecrem chup chup” han sido expresiones ya en desuso que un día accedieron a la coloquialidad cotidiana desde el ingenio publicitario. Ahora le toca el turno al culo y a las pelotas, válgame Dios; podremos emular a nuestros amigos hispanoamericanos y exclamar “no me toques las pelotas, vete a tomar por el culo, como dice Rexona” gracias a la legitimidad que confiere el imperio de lo audiovisual. No hay duda de que vamos avanzando por la senda del progreso.

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