
GABRIEL JARABA
Me gustan los chistes, explicarlos y que me los expliquen. El chiste es el epítome del gran poder de la tradición oral: hay chistes de Jaimito que oí hace 60 años y que ahora se siguen contando. Freud y otros autores han intentado explicar la razón y naturaleza del chiste pero lo que a mí me interesa es la feliz combinación de paradoja e ironía, de manera que el chiste es una vacuna contra el literalismo, que vuelve y de qué modo: cada vez me encuentro con más gente que no comprende una sutileza, una frase hecha oportuna, una alusión insinuada; entienden las cosas como el prospecto de un medicamento o las instrucciones de una máquina. La combinación de chiste y carcajada es un mecanismo poderoso que atenta contra el reduccionismo a la literalidad.
Estamos entrando en una era neovictoriana en la que el puritanismo higienista americano, que ha hecho estragos en la psicoterapia y ha tergiversado el psicoanálisis después de haber hecho una fatal combinación de religión fundamentalista y pseudohigiene preventiva, se aplica ahora a las relaciones internacionales con una fuerza que asusta. Allá tanto da, pero en los países mediterráneos y especialmente en España este puritanismo puede caer como una bomba, cuando algunos interpretan como machismo lo que es afabilidad confiada entre adultos que ya están curados de espantos. Le llaman, con todo acierto, minimachismos: por supuesto, pero el machismo de verdad, el que vulnera el principio de “a trabajo igual salario igual” ni lo tocan, y lo sustituyen, perversamente, por el desdoblamiento de género erróneo, tergiversador y estomagante, con las izquierdas a la vanguardia tocando el tambor.
El publicista Lluís Bassat explicó una vez que en sus clases en la universidad solía pedir a los alumnos que improvisasen allí mismo un chiste, y cuando no eran capaces de hacerlo les bajaba la nota. Creía que un publicitario que no podía reaccionar con ingenio a un estímulo imprevisto estaba mal dotado para la profesión. Tenía razón. La rapidez mental consustancial a la creatividad es la facilidad para asociar ideas, que es lo que la produce. Pero creo que también se refería a cierta actitud, la de sorprenderse y maravillarse con lo pequeño, lo inmediato, lo que no tiene importancia: la solemnidad nunca es creativa. Y por eso se desprecia al chiste y se infravalora a quienes los cuentan.
El chiste bien entendido es el reino de la multiplicidad de sentidos, del estímulo a la percepción de lo oculto o disimulado, del escamoteo de la doblez. Navegar por los océanos del chiste es saber tomar el rumbo que conduce a una verdad probablemente intrascendente pero que aparece refulgente ante nuestra vista camuflada en la pretendida inanidad de lo cotidiano. Wittgenstein dijo una vez que la filosofía comenzaba más allá de los ámbitos de la cotidianeidad, cuando es la consideración de lo que de contradictorio encierra lo cotidiano el punto de revelación de lo filosófico.
Fotografía: Sigmund Freud