
GABRIEL JARABA
l Dúo Dinámico, cuya mitad humana y creativa acaba de fallecer en la persona de Manuel de la Calva, es mucho más que la estampa de un recuerdo entrañable para una generación. Fueron la primera formación pop de la música española contemporánea y los creadores del fenómeno de las fans en nuestro país, y el movimiento generacional que ello suscitó, hace más de 60 años, a lo que hoy llamamos influencers.
Las primeras influencers eran jovencitas quinceañeras, irrumpieron a finales de los años 50 e inicios de los 60 y nacieron gracias a la invención del tocadiscos portátil y la difusión de la radio. Eran lo que ya entonces se llamaban fans y enseguida cobraron visibilidad en el mortecino paisaje de la España franquista. Una de las primeras revistas musicales que aparecieron en aquella época se llamaba precisamente Fans, fue publicada por Editorial Bruguera y dirigida por Armand Matías Guiu, aunque el fenómeno de las fans todavía no se había revelado como movilizador de masas: el régimen temía esa nueva forma de sensibilidad juvenil y llegó a prohibir algunas matinales de grupos pop en el Palacio de los Deportes, con Los Sírex y Los Mústang, para, en junio de 1965, arremeter con cargas de la Policía Armada a caballo y con sables contra los adolescentes que asistieron al concierto de los Beatles en la Monumental.
La fuerza movilizadora de aquellas influencers musicales era más discreta y penetrante, a causa de tres cualidades notables: persistencia, cotidianeidad y proximidad. Esas adolescentes quinceañeras eran chicas a las que sus padres habían regalado un tocadiscos portátil y comenzaban a hacer colección de discos microsurco de 15 cm. (los extended play de cuatro canciones) atesorados cuidadosamente en un álbum de fundas transparentes y cubiertas de eskay.
Este álbum era todo un signo de identificación, de singularidad y de potencial de influencia, la capacidad de dar a conocer y compartir la música preferida con otras amigas o compañeras de colegio prestándose mutuamente los discos y, sobre todo, organizando fiestas en casa los domingos por la tarde a las que invitaban a otros adolescentes, chicas y chicos, para bailar. Una quinceañera armada de un tocadiscos de maleta y una colección de discos de moda y bien nutrida era lo que hoy llamamos un creador de opinión y una propulsora de tendencias.
El factor humano
Uno de los problemas de las ciencias de la comunicación que no han conseguido explicar ciertos cómos y porqués de la cultura popular contemporánea se basa en no percibir la importancia de lo relacional y lo sutil en la circulación de los «memes» culturales y etnológicos. Al centrarse en modelos basados en la electrónica y la cibernética, olvidaban que lo decisivo no era tanto el canal de la comunicación o la estructura del mensaje sino en el factor humano vinculado a la relación, la emoción o las condiciones sociales y grupales en las que se da la difusión.
A eso hay que sumar que los entornos académicos centrados en lo literario han impedido, desde hace décadas, considerar suficientemente el papel del disco y sus públicos asociado al enorme poder difusor de los medios. Pero en este caso, y de nuevo McLuhan tenía razón, el medio era el mensaje: el medio eran las quinceañeras y el mensaje estaba en sus manos y las empoderaba con una influencia generacional cuyo alcance aún no llegamos a valorar.
Destaca en este caso como alternativa el papel del etnólogo estadounidense Alan Lomax, que recorrió los Estados Unidos y otros países armado con un magnetofón con el que iba recogiendo muestras de canciones populares hasta dar forma a una ingente colección de grabaciones y cancioneros en la Biblioteca del Congreso, apoyado por la figura de la música folk Pete Seeger y convertido en uno de los puntales del movimiento folk.
El papel de las mujeres como transmisoras de cultura viene de lejos. El materialismo positivista decimonónico, en tanto que ideología burguesa, hizo un reparto de roles: para los hombres, lecturas técnicas, históricas, geográficas, políticas, todo lo que alimentara su función dirigente mientras que a las mujeres se les dejaba la literatura de ficción y el arte, considerado mera decoración. La lectura de novelas era un hecho femenino, y el éxito comercial de Alexandre Dumas fue obra de las mujeres, igual que el de los libros de Harry Potter lo fue de los niños.
La cultura de masas del siglo XX se edificó sobre esta división por sexos, y el boom de los artistas de Hollywood en los 30 y 40 fue también producido por las mujeres, al igual que los nuevos bailes rítmicos como el swing: las chicas llevaron a los chicos a las salas de baile para gozar con el lindy hop igual que décadas más tarde lo harían con el rock and roll. El movimiento de las fans y su papel como influencers tenía una base social en la que sustentarse desde hacía siglo y medio. Pero las influencers adolescentes de los 50 y 60 contaban con un medio tecnológico nuevo, el disco, y un ámbito sociológico favorable a la difusión social, la cultura pop y sus relaciones interpersonales.
Un ‘target’ generacional
Las personas mayores escuchaban música en casa, radiodifusión aparte, en discos de 30 cm. y a 78 rpm. que aún no eran de vinilo –las conocidas como «placas»— en tocadiscos que no se llamaban así sino gramolas: un mueble estático y voluminoso situado en el salón con el que se escuchaba música clásica u otros géneros preferidos por los adultos de la familia, cuando la televisión aún no se había convertido en el tótem familiar. Pero los tocadiscos portátiles no reproducían la música de papá: eran armas de identificación generacional, personal y grupal. El tocadiscos de maleta era un centro de poder que se situaba en la habitación de los adolescentes y sólo salía al salón cuando se celebraba la fiesta dominguera.
¿Era ese el «medio» y el «mensaje», los discos pequeños coleccionables? ¿O bien el medio eran las quinceañeras difusoras y el mensaje los procesos de identificación de los adolescentes? Pues no se trataba sólo de discos: ahí estaban los tebeos de la colección Claro de Luna, que en cada edición proponía la dramatización de una canción, con una orientación claramente femenina destinada a un target generacional, igual que la revista Sissi, las aventuras de Mary Noticias o de Lilián, la azafata del aire, que contrastaban con El Capitán Trueno, Hazañas Bélicas o El Príncipe Valiente. Las chicas adolescentes eran la vanguardia portavoz de una nueva sensibilidad que inundaba toda la cultura pop y surgía del seno de las clases trabajadoras igual que el Dúo Dinámico eran hijos de obreros, aprendices de perito industrial en la Enmasa, fábrica de motores en la que se dio un importante núcleo de las nuevas Comisiones Obreras Juveniles de entonces.
En los años 60 y últimos 50 se despliega en la casi totalidad del mundo democrático un cambio civilizacional fruto del final de la Segunda Guerra Mundial que será la cuna de los nuevos movimientos culturales y sociales aparecidos desde entonces, entre ellos la canción y la música pop. Se trata de una revolución más grande que la comunista, un elemento que muestra el papel estratégico de la comunicación y el soft power en las sociedades contemporáneas. Aparecen los jóvenes como grupo social –Maria Aurèlia Capmany se pregunta a inicios de los 70 «¿La juventud es una nueva clase?»— y aparece, sobre todo, el empoderamiento de las mujeres, cae la estricta separación entre clases sociales y sexos y nuevas formas de relación intersexuales entre los jóvenes se extienden por todas partes.
Las influencers quinceañeras de los 60 son no sólo portadoras de una moda musical sino de una nueva propuesta del modo de relacionarse entre chicos y chicas. «Quince años tiene mi amor», se titula una de las primeras canciones del Dúo Dinámico, en la línea de «Amor de verano», «Lolita», «Mari Carmen», «Perdóname» o «Somos jóvenes». En ellas se refleja el amor generacional de la época, sentimental y aún no sexual, contenido que iba más allá de lo propuesto por otra estrella juvenil del momento, Marisol, cuyas canciones no celebraban el amor de pareja sino que expresaban la mera presencia pública de una niña ya crecidita en un mundo de artistas adultos.
La disyuntiva de entonces entre adolescentes era «¿tú eres de Marisol o del Dúo Dinámico?» cuya respuesta revelaba un cierto posicionamiento de los susodichos. Recuérdese que el Dúo Dinámico fue fundado tres años antes que los Beatles y cuatro que los Rolling Stones, y se referían cada vez mejor a los cambios que se iban produciendo en las nuevas generaciones. Y esos cambios eran reflejados con fidelidad por las influencers quinceañeras.
La corriente de tendencias –no sólo musicales, sino de actitud— suscitadas por las adolescentes de los discos microsurco se extendió más allá del Dúo Dinámico, y alcanzó a Françoise Hardy, Adriano Celentano, Elvis Presley, Rita Pavone, Gianni Morandi, Sandie Shaw, Cliff Richard, The Shadows y tantos otros ídolos generacionales de la época.
En el caso de Cataluña esa influencia estuvo en los inicios mismos de la Nova Cançó Catalana. El hallazgo que supuso la aparición de Raimon repercutió inmediatamente con la presencia del disco de Al vent en los álbumes personales de las quinceañeras, que representaban en ese caso mucho más que el público de los recitales de canción o el directamente concernido por la cultura en catalán; el cantante de Xàtiva comenzó a superar barreras no sólo cuando participó con «Se’n va anar» en el festival del Mediterráneo sino cuando fue acogido como representante de una sensibilidad propia en los álbumes de discos pequeños de las adolescentes, quienes lo dieron a conocer entre sus iguales que eran fans del pop y el rock.
Un mensaje vital
Cuando apareció Joan Manuel Serrat, primero con «Una guitarra» y «Cançó de matinada» –el disco en catalán más vendido en 1967 junto con «Cançó del noi dels cabells llargs», de Els Tres Tambors, ambos presentes en el hit parade de El Corte Inglés, se pudo ver que los discos llevaban a la Nova Cançó más allá de sus ámbitos iniciales centrados en entornos culturales a través de los discos que compraban las quinceañeras y la situaba en el centro de la conciencia cultural de las adolescentes de la época.
Lo que ahora vemos en Tik Tok o Telegram estaba ya ahí, con todos sus elementos, presente en el mundo de las adolescentes de los 60 y sus discos, sus nuevas formas de relación y su notable capacidad de difusión y réplica de un mensaje generacional pero sobre todo vital. Las influencers actuales hacen con los medios digitales y en la red lo mismo que sus antecesoras de hace 60 años hicieron de manera individual, personalmente y entre iguales, con la música pop y una notable capacidad de relación y convencimiento. Esas jovencitas dieron forma no solamente a una nueva manera de difundir la nueva música con sus propios recursos personales sino a un nuevo modo de relaciones humanas sin el que hoy no seríamos como somos.
Publicación original: Política & Prosa