Cuando aparecieron los blogs, mi mundo cambió. Eran lo que siempre había soñado y mis centros de interés en comunicación se transformaron. Las posibilidades de la autocomunicación universal (Manuel Castells) eran la realización de la promesa ilustrada. Hasta que comenzó la involución gradual propiciada por la colonización comercial de internet a cargo de las grandes corporaciones. Ahora que contemplamos la decadencia de Twitter los que seguimos creyendo en la comunicación democrática y libre buscamos otras praderas donde pacer, como Mastodon, por ejemplo, donde parece darse el espíritu original de la web 2.0, cooperación, igualdad, compartir, gusto por el descubrimiento. Especialistas como José Luis Orihuela dicen que a partir de redes sociales como esa hay que rebuscar pare recuperar nuestro espíritu 2.0.
Hace dos décadas que vengo experimentando con los blogs, en casi todas las plataformas, y no he hallado ningún sitio web que supere o ni siquiera iguale las posibilidades de este formato o medio. Tengo abierta esta web para ser fácilmente localizable y tener un punto de referencia y un lugar donde se vea lo que hago. Pero ahora he incardinado en ellas este blog propio, Miradas, para disfrutar de lo que los blogs proporcionan. Pero, a estas alturas, ¿para qué sirve un blog, incluso inscrito en un website más amplio? Pues para esto:
Para renovar constantemente contenidos e indicaciones.
Para dotar de más dinamismo al conjunto de la publicación.
Para enlazar y ser enlazado.
Para crear comunidad hacia afuera.
Para buscar más intensamente cosas nuevas.
Para dar a conocer muchos más temas.
Para aproximarse al resto de internautas de manera igualitaria.
Para estimularme a estar atento a lo que sucede en los sectores más dinámicos de la red.
Para seguir haciendo agitprop para el regreso de los blogs.
Recuperar el espíritu original de la web 2.0: gestionar uno mismo sus publicaciones, dinamizar la presencia en la web y la actualización, crear comunidad en todas direcciones, cooperar, intercambiar y aprender.