El joven Vázquez Montalbán

El enigma de una novela secreta tras la construcción de un escritor

GABRIEL JARABA

El caso de la novela inédita de Manuel Vázquez Montalbán (MVM) es el planteamiento de un enigma. ¿Cómo se pasa de escribir una novela militante, un apenas disimulado testimonio de la propia peripecia del autor como militante antifranquista a ganar el premio Planeta y convertirse, además, en un pensador de izquierdas de referencia? La novela descubierta y su presumible contenido nos impulsan a completar un puzzle apasionante.

Los inicios de MVM estuvieron marcados por la necesidad. Hijo de un policía de la Generalitat republicana de origen gallego, nacido en el barrio chino, sensibilizado por el encarcelamiento de su padre por los franquistas, estudiante esforzado y convencido que la educación y la cultura son liberadoras, hijo sacrificado de una madre que fregó muchas escaleras para que fuera a la universidad.

El pacto del hambre

El paso por la cárcel de Lérida le significó para siempre respecto al empresariado de prensa barcelonés. Le costó mucho encontrar trabajo estable en un diario. Pero esta marginación se rompió en 1972 cuando entró a colaborar en TeleeXprés con una columna diaria, «Del alfiler al elefante», que tuvo un éxito inmediato entre los lectores del diario y fue causa de algunas preocupaciones de sus jefes en la Redacción que intentaban que todo fuera lo mejor posible. Pero un comentario irónico sobre el Opus generó el descalabro y desencadeno la furia de los vigilantes de la ortodoxia en el Ministerio. La orden fue clara y radical. Vázquez había de dejar de publicar. A la hora de la verdad , la suspensión fue temporal y Godó, el principal accionista del diario, decidió seguir pagándole la colaboración. En todo caso, esto le empujó a volver a las tareas redaccionales alimenticias aunque nimbado ya del aura de clarividente analista y el observador minucioso de la cultura de masas y popular.

Los primeros pasos de MVM como reportero en la prensa diaria también fueron truncados por el pacto del hambre. En 1960 comienza a colaborar el diario falangista Solidaridad Nacional. Publica crónicas en las que refiere eventos protagonizados por la alta burguesía barcelonesa a los que aplica su mirada de entomólogo social.  MVM tiene que desempeñarse como cronista tratando de pasar inadvertido, pero Luys Santamarina, director del diario y cabeza soi disant pensante de la intelectualidad falangista barcelonesa no le quita ojo de encima. Sospecha de él al tener presente su detención en 1959 y en 1962 le echa a la calle cuando es encarcelado por apoyar una huelga minera en Asturias.

Le condenaron a tres años de cárcel pero cumplió 18 meses gracias a un indulto del papa Juan XXIII. En ese tiempo redacta su Informe sobre la información. Y  ya no vuelve a poner los pies en una redacción hasta que en 1965 se incorpora al semanario Siglo XX, que sólo dura ocho meses gracias a la aplicación de la ley de prensa ideada por Fraga. Comienza entonces un peregrinaje por las editoriales, llevando tatuada la letra escarlata de apestado, y es por ello que se ejercita entonces en el uso del seudónimo, como el de Jack el Decorador en la revista Hogares Modernos, donde aplica su mirada cada vez más crítica sobre aspectos de la vida cotidiana que parecen fruslerías pero que poco más tarde revelarán la importancia del papel de la cultura pop en la vida de las personas.

Una mirada aparentemente frívola

La mirada crítica de MVM se dirige no sólo a la frivolidad de las clases bien estantes sino a la de la propia izquierda organizada que se empeña en no comprender los cambios de fondo que el capitalismo está operando en la vida cotidiana de los ciudadanos. La concepción del mundo de MVM es fruto de desengaños sucesivos y búsqueda de nuevas sensibilidades que reflejen los cambios que se producen ahí afuera. El hecho de que su primera novela, militante y combativa, vaya a parar al cajón una vez rechazada por el premio Biblioteca Breve nos habla del cambio de rumbo que experimentará su escritura. Los desengaños ideológicos y políticos, la necesidad de ganarse el pan con el sudor de la máquina de escribir y la expulsión de los medios subrayada por la estigmatización convierten a MVM en el último soldado japonés que resiste en la selva tras el armisticio.

El superviviente ha tenido la fortuna de escribir en la revista Triunfo gracias a la visión de César Alonso de los Ríos, y allí lleva su polimatía con sus seudónimos: Sixto Cámara, Luis Dávila, Baronesa d’Orcy, Manolo V el Empecinado. La eclosión de su talento se dará con la serie Crónica sentimental de España, en la que destaca el trasfondo de una cultura popular –la copla, el fútbol, la sensibilidad pop—que contrasta con la cultura académica del círculo intelectual que advierte que ahí no hay frivolidad sino percepción de algo que se les escapa. Y emplea su pluma irónica para adentrarse en una visión de la realidad no dogmática, atendiendo a la difícil naturaleza de una actualidad que se expresa bajo el camuflaje de la cultura de masas asumida por el neocapitalismo. Lo vemos en una de sus primeras novelas, Yo maté a Kennedy, donde nace el personaje de Pepe Carvalho.

Carvalho como muñeco de ventrílocuo

MVM echará mano de Carvalho con motivo de una apuesta en un grupo de amigos: a ver quién escribirá antes una novela negra. El antiguo redactor de editoriales a tanto la pieza echará mano de sus lecturas de Dashiell Hammet y Raymond Chandler y producirá un artefacto entretenido y chorreante de ironía, nostalgia, piedad por los desvalidos y furibundo con los aprovechados de los débiles. En aquel tiempo Barcelona gusta de verse a sí misma en clave lúdica y MVM no desdeña ese espíritu: sabe que la gauche divine es algo más que un modo distinguido de entretenerse, pues desde Bocaccio, su centro de reunión de moda, se han apoyado acciones antifranquistas como la fundación del sindicato de estudiantes o la protesta por las condenas a muerte en el proceso de Burgos. Enseguida se da cuenta de que Carvalho es más útil como muñeco de ventrílocuo que su primigenio manifiesto de protesta en forma de novela de aventuras politizada. Y se da cuenta también que el personaje actúa como calidoscopio en el que cada cual puede verse reflejado tal como le gustaría verse y ser visto.

MVM, a fuerza de trabajar como un poseso y de mirar en círculo como los camaleones, aprende a ver, y nos lega, ya en 1970, la clave para entender el proceso experimentado desde la novela ahora inédita hasta su madurez. Se trata de Manifiesto subnormal, un librito de 1970 publicado por la editorial Kairós al que no le hace caso nadie, ni siquiera el editor, Salvador Pániker. Es un aparente entretenimiento que se complace en el juego de espejos de la supuesta frivolidad y que es con la mirada de ahora como nos proporciona las claves de la transformación montalbaniana. El “manifiesto” se publica dos años después del caso Heberto Padilla, que conmueve a la izquierda mundial por el trato a un disidente cubano que traslada a La Habana, renovados, los antiguos procesos de Moscú. Sin ese choque no se entiende la apuesta por la “subnormalidad” de MVM, un modo de procesar la frustración y un acto de amargura del que nace Carvalho.

Reencontraremos la retranca humorística y la iconoclastia comprometida en la revista Por Favor, un invento suyo, del dibujante Perich y el editor creativo Josep Ilario –el verdadero inventor de la revista Interviu—con el que MVM se atreve a plantarle cara al franquismo realmente subsistente y halla que las carcajadas suscitan más complicidades que los panfletos. Una vez muerto el innombrable en 1975, Josep Ilario se lleva a MVM a acompañarle a la aventura del Grupo Zeta, cuyo empresario, Antonio Asensio sabe reconocer su genio y así, MVM entra por fin en plantilla en una redacción periodística. Escribe para Interviu y dirige Primera Plana, revista que adelanta por la izquierda al anterior semanario. Más tarde ganará el premio Planeta de la mano de su Carvalho.

El enigma citado al inicio de este artículo viene acompañado de un bonito rompecabezas, que ayuda a entender ciertas cosas. Que cada cual trate de sacar punta a los siguientes puntos, y valga la rebuznancia.

  1. El original inédito estaba en una caja, que la familia se saca de encima cuando dona el fondo MVM a la Biblioteca de Catalunya. Ni siquiera hurgan ni rebuscan en el corpus de ese patrimonio, contenido en cajas, antes de exportarlo.
  2. Una biblioteca no es un almacén o desván, sus contenidos están para ser catalogados y consultados. Lleva trabajo revisar ese material, pero dos décadas parecen tiempo suficiente como para escarbar un poquito.
  3. El original es descubierto no por ningún estudioso del país sino por un profesor en una universidad neozelandesa.
  4. Ningún miembro del jurado del Biblioteca Breve de la época ha dicho ni mu; tampoco parece que se les haya preguntado. Que 20 años no es nada, y mira que una caja hace bulto.

Fotografía: Georges Bartoli.

Publicación original: Política & Prosa.

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