El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, María José Recoder, escribía en estas mismas páginas: “Es una realidad que en los trabajos relacionados con la comunicación a menudo las mujeres cobran menos dinero que los hombres. Es cierto que el techo de cristal se mantiene y que a pesar sean las chicas las que tienen mejores expedientes, les cuesta más llegar a puestos de dirección. ¿Cuáles son las razones principales?”. La decana mencionaba dos de ellas, como el patriarcado de las estructuras empresariales o la maternidad como obstáculo. Pero añadió una tercera: “Nuestra propia cobardía. No ser capaces de dar un paso adelante, tener miedo de ser acusadas de «ambiciosas» si pretendemos dirigir cualquier proyecto. O luchamos para liderar los proyectos en los que creemos, o siempre recibiremos órdenes de quienes no han tenido miedo de destacar. Normalmente hombres”.
La decana Recoder está en lo cierto, más todavía cuando pone el acento en el acceso a los puestos de dirección y el liderazgo femenino en el periodismo. La piedra de toque del acceso de las mujeres a las profesiones hasta el momento vedadas está en la cuestión de los puestos de dirección; feminización sin mando es a menudo degradación de condiciones de trabajo y retribución precaria.
Las afirmaciones de nuestra decana han sido ratificadas por la realidad: las mujeres solamente representan un 13,4% de los puestos de dirección en los medios de comunicación de Cataluña. Así lo muestra el informe Mujeres en los medios de comunicación que hace pocos días ha sido presentado en el Colegio de Periodistas de Cataluña por Marta Corcoy, presidenta de la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña (ADPC en sus siglas catalanas) y profesora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB. El informe muestra que la dirección de los medios de comunicación en Cataluña sólo está ocupada por mujeres en un 13,4 % de los casos. Respecto a los cargos intermedios los datos mejoran pero están lejos de la paridad: en la subdirección hay un 33% de mujeres, que baja a un 31% en los consejos de redacción. Las jefas de redacción y jefas de sección no pasan del 40%.
El informe de la ADPC demuestra la poca presencia de mujeres en los cargos que implican toma de decisiones en los medios de comunicación y contrastan fuertemente con los de las facultades de periodismo, donde la presencia femenina es mayoritaria.
La voluntad de participación y protagonismo femenino en la profesión periodística y los medios de comunicación, demostrada por la matriculación en las carreras universitarias, choca, fuera de las aulas, con una situación desfavorable, tal como revela la decana de la facultad y como muestra el informe citado. Pero existe un matiz que indica María José Recoder y que es muy importante: la voluntad de liderazgo de las propias mujeres y su deseo de afrontar riesgos en este sentido. Es un matiz que introduce una importante diferencia en la cuestión y que corre el riesgo de ser mal entendido.
No se trataría, entonces, solamente de la situación social objetiva sino de la voluntad personal subjetiva de las afectadas lo que acabaría contando. Pero no es eso lo que afirma Recoder. Lo que hace es llamar la atención sobre la importancia de lo subjetivo en situaciones en las que no basta la apreciación de lo objetivo para que sean comprendidas. Hemos asimilado demasiado mecanicismo vulgar en nuestra mirada social a lo largo de los años que ahora no nos permite captar los matices que los tiempos actuales requieren para ser comprendidos.
A pesar del 13,4 % actual de presencia femenina en la dirección de los medios, y con él incluido, la incorporación de las mujeres a la industria de la información en la Cataluña contemporánea ha sido un éxito. Un servidor ha trabajado en un diario en el que no hace tantos años que ingresaron en la plantilla de la redacción dos mujeres por primera vez (y uno no es tan viejo, caramba). Cuando una de estas dos compañeras preguntó dónde estaba el baño de señoras recibió una respuesta contundente: no existía. Nadie había previsto que las redactoras que iban a ser contratadas tendrían que ir a hacer sus necesidades en un momento u otro. Y no estamos hablando de digamos las plantaciones de algodón de Alabama en los años 30 sino del ensanche barcelonés de 1974. Junto al derecho de ser redactora de un diario hubo que ganarse el derecho a hacer pipí durante la jornada de trabajo.
Pero este hecho, como todos los de su especie, se encuentra limitado y condicionado por el llamado techo de cristal. Y ese techo no se rompe mediante paridades sino a cabezazos (de los que pueden formar parte medidas paritarias). Es necesario que el conjunto de mujeres que trabajan en la información (no sólo las periodistas) asuman como propia y prioritaria la obtención del liderazgo, en todas sus formas y categorías.
Y es en eso en lo que tiene razón la decana: sin el empuje de las mujeres ese techo de cristal no se romperá. No pueden ni deben esperar a que otros hagan la labor por ellas sino que tienen que protagonizar ese cambio, eso es lo que significa tomar riesgos. Hay muchas cosas que el actual movimiento obrero tiene que aprender del nuevo feminismo, pero hay otras que las feministas de ahora pueden, sacar prpvecho, si es necesario, del antiguo movimiento obrero organizado, como lo que rezaba este eslogan del siglo XIX: “La emancipación de los trabajadores sólo puede ser obra de los trabajadores mismos”. Una frase que de hecho viene a decir muchas más cosas de las que parece.
Por cierto que una de las dos periodistas barcelonesas que en 1973 reclamó un lavabo para señoras en la redacción llegó a ser directora de la Agencia Efe en Barcelona y ahora el ayuntamiento de la ciudad va a dedicarle una plaza a su nombre. Se llamaba Margarita Rivière y fue mi amiga y mi jefa.