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Los 10 consejos de la abuela en comunicación y educación

estudiantes educom con eso

GABRIEL JARABA

Intervención en una de las sesiones formativas del Máster Internacional en Educación y Comunicación de la UAB, una jornada de reflexión sobre los espacios, formas y estrategias de la educación en comunicación, donde los alumnos tenían que asumir un rol determinado cada uno y abrir un debate general sobre la materia.

1. Despierta del sueño. La escuela forma niños, adolescentes y jóvenes para una sociedad que ya no existe.

La escuela moderna fue concebida para cumplir tres objetivos:

  1. Socializar, instruir y formar personas capaces de incorporarse a los procesos productivos y estructuras sociales de la naciente sociedad industrial.
  2. Adoctrinar y formar a los ciudadanos de los consolidados y pujantes estados nación industrializados, que habían logrado su unificación nacional, en Europa, o su independencia, en América. Ciudadanos imbuidos de un patriotismo y una eficacia en la ejecución de órdenes que, llegado el caso, hiciera de ellos soldados eficientes.
  3. Encuadrar en esos referentes culturales a los habitantes de las zonas rurales y establecer por ese medio la hegemonía de la burguesía urbana industrial en toda la estratificación social del país.

Todos los movimientos de renovación educativa surgidos desde entonces hasta hoy mismo no son otra cosa que el intento de adaptar esa escuela fundacional a las sucesivas realidades sociales en su evolución y sobre todo, a las necesidades reales de los alumnos.

Todo lo que aprendemos, debatimos y elaboramos aquí mismo es una mera etapa en ese recorrido. De ello surgen todos los problemas, contradicciones y dificultades a que nos enfrentamos.

El educador ha de ser consciente de que en cuanto cruza el umbral del edificio escolar está sumergiéndose en esa contradicción fundacional. La escuela no está pensada para formar personas libres, autónomas y formadas sino para otra cosa más o menos distinta. El educador navega, pues, a contraviento y con una embarcación defectuosa por definición.

2.  Abandona la ilusión de control. La escuela y los profesores han dejado de ser los agentes educativos exclusivos e incluso principales.

En la sociedad postindustrial pesan más las influencias de los entornos sociales, culturales y comerciales que la acción escolar misma en el proceso de educación. Los alumnos viven y piensan de acuerdo con el entorno en el que viven. Muy a menudo resultan impermeables a lo que en se les enseña en la escuela y tienen a reproducir y perpetuar los modos de vida de sus padres. Ese mundo de su entorno, que parece muy grande, es en realidad muy pequeño. Los educadores y la escuela son los únicos que pueden sacar a los alumnos de la burbuja familiar-social-comercial y abrirlos a las amplias realidades de la vida.

3. Asume con orgullo tu imprescindible tarea, real y verdadera. Sin embargo, la escuela es imprescindible. Para construir un futuro más justo, pero también para hacer del tiempo presente un lugar más habitable.

 El educador es el único aliado que tiene el alumno para crecer, cambiar y desarrollarse. Del educador le vendrán los únicos retos para que se plantee las exigencias que le reclaman hacia un mundo distinto, y sobre todo, hacia el desarrollo de su personalidad hacia espacios que le propongan y le exijan algo más que consumir, producir y callar adaptándose. Probablemente el educador sea la única persona que no pretenda del alumno halagarle o coaccionarle, encuadrarle o convertirle en cliente; es el único que le dice la verdad.

4. Acepta el mundo en el que vives. La comunicación de masas y el entretenimiento audiovisual y digital no van a desaparecer.

 No tiene sentido la preocupación por contener, limitar o eliminar la exposición de los alumnos a los medios, masivos y digitales. Están aquí para quedarse y no van a desaparecer como por arte de magia. Forman parte de la sociedad en que viven y vivirán los alumnos, y estos necesitan y tienen derecho a que se les eduque en este marco y no en ningún otro, por más deseable que sea. La educación en medios entera cuelga de este principio. Este es nuestro mundo y no otro, y en este mundo y para este mundo hemos de educar: el mundo de la comunicación globalizada.

5. Comprende que eres un marciano y camúflate en este planeta. En el mundo conformado por la cultura de la comunicación de masas, los que tenemos mentalidad ilustrada y crítica somos extraterrestres de visita.

Nuestros referentes, lo que nos gusta, lo que nos ha formado y da sentido, es irrelevante para nuestros alumnos, sus familias y su entorno social. Somos, sin embargo, custodios de un tesoro: el arte y placer de la lectura y la escritura, el ejercicio del pensamiento crítico y el disfrute del arte. A quien le gusta todo eso hoy es un marciano en este mundo. Pues, un extraterrestre como Dios manda debe ser capaz de camuflarse entre los terrícolas, comprender sus hábitos y entenderse con ellos hablando su mismo lenguaje. Quien no comunica no educa ni mucho menos transforma; el valor de un acto comunicativo se mide por el valor de su recepción.

6. Si quieres ser educador debes ser educomunicador. Y no tienes otra opción. La educación y la comunicación están unidos inseparablemente como dos prisioneros unidos por un mismo grillete. O como dos hermanos siameses a los que no se puede separar.

Un educador es hoy forzosamente un educomunicador. No hay educación sin comunicación. Lo deseable es que haya comunicación con educación, es decir, educación en comunicación. Hoy día no puede educarse al margen de la comunicación; si no se educa en comunicación, simplemente no se educa. Esa determinación es ineludible, y hay que asumir la responsabilidad educativa en medio de ella.

7. La comunicación no es un enemigo o un vecino molesto sino tu aliado. El entorno de la comunicación no es el enemigo del educador sino que puede ser su principal aliado.

La comunicación no distrae de la tarea educativa ni interfiere en ella. Existe la comunicación como existen las plantas, y por eso formamos a los alumnos en el conocimiento de la naturaleza. Tan simple como eso. La comunicación nos abre al mundo y nos pone en contacto con sus realidades: es un magnífico vehículo para introducir a los alumnos en el descubrimiento de la vida y de las cosas. La comunicación permite que las escuelas se conviertan en espacios de exploración, de descubrimiento y de invención.

8. Aprende a liberar a tus alumnos mediante la educación en comunicación. Educar en comunicación es empoderar a las personas como un camino para liberarlas. El objetivo de la educación en comunicación es empoderar a la gente para que asuma un papel activo y crítico en la sociedad para poder gestionar y cambiar su vida.

La escuela no puede quedarse atrás en la oferta que el entorno actual ofrece a la atención del alumno. No es que tenga que competir con el entretenimiento comunicacional, sino jugar su papel: enseñar a utilizarlo, porque de este modo cumplirá su papel único, que es proporcionar a los niños y jóvenes conocimientos y habilidades que les impulsen a adoptar una posición crítica frente a los medios y la sociedad, y por tanto a saber utilizar aquellos para transformar esta.

9. Ejerce tu poder personal como educomunicador liberador. Porque no tienes alternativa. Si reconocemos que esto es así, entonces la educación en comunicación es una tarea educativa fundamental. Y no sólo eso: no hay alternativa. No practicar la educación en comunicación es hacer lo contrario del punto 8, con todas sus consecuencias.

Una escuela atrasada es la garantía del establecimiento de sociedades dependientes, sin autonomía. El educador está, como el sheriff de la película, “solo ante el peligro”. A pesar del atraso de la escuela, su poder y el del educador sigue siendo enorme. De ser los únicos dispensadores del saber, los educadores deben encarar un nuevo papel: entrenadores de los procesos de aprendizaje de los alumnos, incitadores y promotores de los nuevos grupos y comunidades educativas que se generen, creadores de nuevos entornos educativos y de instrumentos pedagógicos, mediadores en conflictos y educadores integrales.

10. Identifica a los aliados que fortalezcan tus manos, reclámales su ayuda y colabora con ellos. El educador tiene derecho a reclamar ayuda y cooperación en esta tarea: de las familias, de la sociedad, de los poderes públicos, de los organismos internacionales.

Si la producción del saber no es privilegio de la escuela, esta debe abrirse a nuevas fuentes de conocimiento. Debe salir de si misma y cooperar con esas nuevas fuentes, planteando sus exigencias y contribuyendo a crear entornos educativos más allá de la escuela. El primer escenario decisivo es el hogar; acto seguido, el barrio y la ciudad. Pero el educador debe ser capaz de aproximarse a todo tipo de organismos y colectivos, nacionales e internacionales, que puedan orientarle, ayudarle y fortalecerle. En este sentido, hay que estar muy atentos a las actividades y directrices de la Unesco, la Alianza de las Civilizaciones, las redes y asociaciones internacionales como Mentor, las cátedras Unaoc-Unitwin y grupos tanto institucionales como informales.

Fotografia: alumnos del Master en Comunicación y Educación con estudiantes de ESO.